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La vuelta de los partidos de máxima rivalidad | El análisis

Retorno a la rivalidad directa

Un objetivo inédito: subir los dos

Sporting y Oviedo han cerrado la temporada con sendos fracasos. Los rojiblancos no consiguieron permanecer en Primera División y los azules, en el segundo año de su retorno a Segunda, no sólo quedaron muy lejos del ascenso directo sino que ni siquiera lograron plaza para disputar el play-off. Constatarlo resulta cualquier cosa menos reconfortante. Pero hasta las peores situaciones tienen, a poco que se sepa mirar, un lado bueno. Y el de ésta es evidente. Los dos desastres confluyen en un aliciente: el retorno a la expresión más directa de la rivalidad. Oviedo y Sporting volverán a disputar la misma competición, con lo que se enfrentarán de nuevo sobre el terreno de juego, algo que llevaba demasiado tiempo sin ocurrir: nada menos que catorce temporadas.

Una rivalidad casi centenaria

Oviedo y Sporting encarnan en Asturias la rivalidad futbolística. Lo hacen desde hace más de 90 años. El Sporting, fundado en 1905, se convirtió enseguida en hegemónico en el fútbol asturiano, condición que mantuvo durante las dos primeras décadas del siglo XX. Y fue el deseo de enfrentarse a esa supremacía lo que empujó a Stadium y Deportivo, dos equipos ovetenses que no se llevaban precisamente bien, a arrumbar sus diferencias y fusionarse. Así nació en 1926 el Oviedo. Y prácticamente desde entonces la Asturias futbolística contó con dos polos de atracción, por los que de inmediato se dejó de seducir con entusiasmo. La afición al fútbol en Asturias se dividió entre oviedistas y sportinguistas, sin menoscabo de las simpatías en cada pueblo o comarca hacia los equipos propios, algunos de los cuales como el Avilés, el Caudal y los equipos langreanos, llegaron a competir con los dos grandes. Pero éstos se repartieron las simpatías de Asturias más o menos al 50 por ciento. Conviene subrayar este rasgo: Sporting y Oviedo no son equipos locales porque ambos exceden por completo el ámbito de las ciudades donde se encuentra su estadio. Un aficionado de Castropol puede considerar tan suyo al Oviedo como uno de la Argañosa y otro de Llanes sentirse más sportinguista que uno de Ceares.

Modos de encuentro

En general, esa rivalidad se ha llevado con una pasión tan firme como atemperada, cuyas constantes vitales se chequeaban en los partidos que enfrentaban a los dos equipos. Los estilos han cambiado, a tenor de como lo han hecho usos y costumbres. El mismo nombre de los enfrentamientos ha variado. Lo que comenzó siendo un partido de "máxima (o eterna) rivalidad" pasó luego a ser un "derbi" y en la actualidad es un "clásico". Antes los partidos se jugaban a las tres y media o las cuatro de la tarde, porque los campos no tenían iluminación artificial, y a veces al final casi ni se veía. La mayoría de los espectadores de fuera de la ciudad llegaba en trenes y autobuses, por lo que muchos, para no perder el regreso, prescindían del último cuarto de hora del partido, al que quizá habían llegado hora y media antes para coger buen sitio en gradas no sólo de pie sino también descubiertas, por lo que en caso de lluvia ver lo que ocurría en el terreno de juego se convertía en una quimera, pues lo impedían los paraguas abiertos. No había, por supuesto, televisión, aunque sí marcador simultáneo y radio (aunque tardó en haber receptores portátiles), y era frecuente que en los partidos importantes -y éstos lo eran al máximo- hubiera aficionados que llevaban, en cajas que colocaban delante de la balaustrada, palomas mensajeras, que iban soltando, con el correspondiente mensaje, a medida que se producían novedades en el encuentro, sobre todo goles. Las directivas fomentaban hasta donde podían los buenos modos. Durante bastantes años en los partidos que se jugaban en Buenavista -todavía se llamaba así- los jugadores del Sporting, al salir al campo, se dirigían hacia el busto de Carlos Tartiere, junto al fondo Este, para depositar ante él una corona de flores. A veces grupos espontáneos ponían en práctica ocurrencias para picar a la afición rival, pero estaban lejos de parecerse, ni remotamente, a los comportamientos gregarios de apariencia pseudobelicista que proliferaron en años recientes y que han contribuido a restar efectivos a la afición visitante. Aun así, a los dos clubs, mal que pese a los más radicales de sus seguidores, les unen más cosas de las que los separan. No en vano sus himnos respectivos tienen el mismo autor, el poleso Falo Moro.

Partidos e historias

La Liga española se juega desde la temporada 1928-29. Desde entonces se han disputado 87 campeonatos (obviamente, durante la Guerra Civil no los hubo). El Oviedo y el Sporting coincidieron 20 temporadas en Primera y 17 en Segunda. El Oviedo vivió su época de oro antes de la Guerra Civil, sin la cual quizá hubiera llegado a proclamarse campeón, no sólo porque se clasificó tercero en dos ocasiones consecutivas sino porque la maduración del equipo excepcional que había logrado reunir -con Lángara y Herrerita como figuras- así lo hacía prever. La era dorada del Sporting se inició a partir del final de los años 70, para permanecer 21 temporadas seguidas en Primera y estar a punto de ganar la Liga en la 78-79, en la que fue subcampeón. Quini fue su máxima figura y Joaquín, su emblema. En Primera División el balance de los enfrentamientos entre los dos rivales asturianos es favorable al Oviedo, que de 40 partidos ganó 19 y perdió 8. En los duelos de Segunda, en cambio, el balance es favorable al Sporting, que de 34 partidos ganó 18 y perdió 9. Los recuerdos añaden color a los números, aunque, obviamente, son subjetivos. Algunos partidos son indiscutiblemente memorables, como el 0-6 que le endosó el Oviedo al Sporting en la temporada 1955-56, cuando ambos jugaban en Segunda, disputado en martes porque el domingo había caído una gran nevada, y que inspiró una poesía -"Apoyáu n'el tapial / del campo de Buenavista, etcétera"- que aún recitan, paladeándola, algunos oviedistas. Esa goleada a domicilio vengó un no menos memorable 2-4 de esa misma temporada. El factor campo nunca fue determinante en los encuentros "de rivalidad". Asociados a esos partidos van nombres como los de Lalo o Biempica, Toni o Sánchez, Falín o Sión, Pocholo o Prieto. Oviedo y Sporting pueden presumir de jugadores. El Oviedo ha dado 16 internacionales absolutos y el Sporting, 19, que no agotan el cupo de la excelencia que vistió de rojiblanco o de azul.

Objetivo, volver a casa

Decir que Sporting y Oviedo son equipos de Primera no es ninguna exageración voluntarista, sino pura objetividad. Si nos atenemos a la clasificación histórica de la Liga, el Sporting está clasificado en el puesto decimoquinto y el Oviedo, en el decimonoveno. En una Liga de 20 equipos, como la actual, ambos tendrían un puesto. La Primera es su casa y es lógico que aspiren a volver a ella. ¿Y por qué no juntos? Juntos descendieron a Segunda División en dos ocasiones, en las temporadas 1953-54 y 1975-76. En cambio, nunca han celebrado a la vez el ascenso a Primera. La temporada 2017-2018 les brindará esa oportunidad. Ése sí que sería un gran objetivo para Asturias, aparte de refrescar la eterna, o poco menos, rivalidad.

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