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Fiebre en las gradas

El día de la marmota

La difícil explicación al cambio que vive el equipo en los partidos en El Molinón y a domicilio

El reloj de la mesita de noche marca las 6:59 y justo cuando cambia a las 7:00 las voces de Sonny y Cher cantan el "I got you babe" y el personaje que interpreta Bill Murray vuelve a amanecer con las palabras del locutor de radio: "Bien, excursionistas, arriba, despertad y no olvidéis los descansos porque hoy hace mucho frío. Hace frío todos los días. ¿Qué te creías que estabas, en Miami?"

Y no, no estamos en Miami y hoy tampoco es martes y por tanto no estamos en Bélgica como solía escribir el recordado Julio Puente desde su Fondo Norte. Hoy es lunes y estamos en Gijón, pero al igual que Bill Murray seguimos instalados en el día de la marmota; en realidad en los días de la marmota, porque desde la llegada de Rubén Baraja al banquillo rojiblanco el Sporting ha transmutado en una especie de Barón Ashler, aquel malvado de Mazinger Z que tenía su cara dividida en dos mitades diferentes.

Es difícil de explicar esta transformación que vive el equipo que -con la excepción del partido en Lugo en el que se perdió, pero se dio una muy buena imagen- alterna partidos solventes en El Molinón y decepcionantes cuando le toca jugar fuera de casa. Podría ser que suceda como con la sidra que cuando pasa el Negrón ya no sabe igual, pero esta explicación tan racional y sesuda no nos vale pues en el desplazamiento a Oviedo el sabor fue el mismo que en el resto de los viajes. Podría deberse al color de la camiseta y que los jugadores muten a la desidia cuando se visten con la blanca de los partidos de fuera de casa. Podría ser que El Molinón sufriera algún tipo de encantamiento, como esas casas que nos enseña de vez en cuando Iker Jiménez, que convirtiera a los rivales en meros comparsas cuando se enfrentan al Sporting.

Lo cierto es que van seis victorias seguidas en terreno propio. Las primeras, Tenerife, Córdoba, Alcorcón, Nástic, las justificábamos diciendo que eran rivales de mitad de la tabla para abajo y nos preguntábamos qué sucedería cuando llegaran los rivales más duros. Pero llegaron Numancia y Osasuna y todo siguió igual. Quince goles a favor, dos en contra y una sensación -salvo el partido ante el Córdoba en el que el Sporting vivió todo su trastorno bipolar concentrado en 90 minutos- de superioridad absoluta sobre los rivales. Rubén Baraja ha cambiado al Sporting, de eso no hay duda. En poco se parecen estas victorias a las logradas ante el Reus o el Sevilla Atlético de la primera vuelta. El equipo rojiblanco domina con firmeza los partidos y Mariño puede dejar la capa de superhéroe a buen recaudo en su casa.

El partido del viernes ante Osasuna fue plácido para el corazón de los y las aficionadas del Sporting. Un fallo de Isma López al principio del segundo tiempo permitió el único acercamiento con cierto peligro de un rival que venía con el cartel de mejor visitante de la categoría y que estuvo más cerca de salir goleado que de conseguir sumar ningún punto. Jony sigue asistiendo, encarando, creando peligro y realizando jugadas de jugador de otra categoría. La lástima es que no es nuestro. En junio se irá gratis, como no hace mucho, y no nos quedará otro remedio que volver a recordar lo que pudo haber sido y algunos se empeñaron en que no fuera.

Hoy no es 2 de febrero y tampoco estamos en Punxsutawney (un pequeño pueblo de Pennsylvania, Estados Unidos) esperando a que la marmota Phil nos anuncie cuántas semanas de frío le quedan a este invierno. Lo que sí esperamos es que en el desplazamiento a Sevilla del próximo fin de semana el Sporting muestre la cara buena. A lo mejor sin experimentos extraños y con la misma actitud mostrada en los partidos de casa no tenemos que esperar a que una pobre marmota nos diga cuál va a ser el resultado del partido.

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