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Dos en la carrera / Kilómetro 30

El Sporting acelera mientras el Oviedo sigue parado

Los rojiblancos se muestran sólidos y contundentes mientras los azules siguen atenazados por las dudas

El Sporting acelera mientras el Oviedo sigue parado. Esas son las sensaciones que transmiten los dos corredores asturianos a falta de dos kilómetros para entrar en ese decisivo tramo final de la maratón. Si se recuerda cómo había quedado la posición relativa de ambos después del "derby" del 4 de febrero, la evolución no puede ser más llamativa. La imprevisibilidad del fútbol puede ser una explicación demasiado socorrida, pero no por ello deja de ser válida. Precisamente por eso hay que pensar que la carrera continúa y que sigue abierta a todas las posibilidades.

QUINI, POR SIEMPRE

Quini era desde hacía mucho tiempo historia viva del Sporting. Ahora es mucho más. Así se explica la paradoja de que en el primer partido tras su muerte en El Molinón estuviera más presente que nunca. Los símbolos reforzaron esa permanencia: el gigantesco "tifo", el saque de honor realizado por su nieto, el impresionante minuto de silencio y el grito colectivo del minuto 9. La victoria del Sporting añadió al homenaje póstumo el componente de esa ilusión que es irrenunciable para el fútbol.

Pegada y escudo. El actual Sporting tiene un escudo eficaz y una pegada contundente con los que compensa sus escaseces en la elaboración del juego. Si se busca un equipo que, por contraste, pueda servirle de molde, pocos se ajustarán mejor a esa función que la Cultural Leonesa. El equipo que entrena Rubén de la Barrera dio el domingo durante bastantes minutos la sensación de controlar el juego, no sólo por el manejo del balón y los movimientos colectivos, sino incluso por la creación de ocasiones. Con una defensa muy adelantada y un medio campo ágil, no dudó en asumir la iniciativa. Pero le faltó rematar el trabajo, ya fuera por errores propios -por ejemplo, Rodri desperdició por falta de decisión una ocasión clarísima en el minuto 1- o porque el rival tuvo recursos para contrarrestarlo. Con la muy sensible baja de Álex Pérez, uno de sus competentes centrales, Baraja apostó por reforzar la zaga, aunque fuera en detrimento de perder control en el medio campo. No otra cosa significó que Sergio se metiera entre los zagueros, en el papel que asume habitualmente el ausente Bergantiños, y cediera su función habitual a Hernán Santana, que tiene menos recorrido y menor profundidad. La apuesta rojiblanca se completaba con la confianza en que a los delanteros la inspiración les llegase cuando corrieran a la velocidad que acostumbran. Y funcionó. El Sporting ganó su séptimo partido consecutivo en El Molinón y Mariño anotó su quinto encuentro sin recibir un gol. Y si tuvo que poner su personal grano de arena (que fue más que eso) para conseguirlo, lo hizo, con un par de paradas estupendas.

Soluciones Jony. A estas alturas parece claro que el rescate de Jony en el mercado de invierno ha sido uno de los grandes aciertos del Sporting en esta temporada, si no el mayor. Ante la Cultural fue él quien, primero, desatascó el partido para su equipo y luego le añadió una garantía. En el primer gol, precedido de una muy buena acción de Carmona, que robó un balón a Señé antes de meter un medido pase en profundidad, impuso su velocidad y potencia para aguantar y desbordar a Bastos antes de definir con precisión. Y en la jugada del 2-0 añadió a esas cualidades la lucidez para elegir la mejor opción, que no era un disparo suyo, para el que tenía poco ángulo, sino el centro a la boca del gol. Pero para conseguir esto último había que ser capaz de quitarse antes de encima a Sergio Marcos con un regate reversible -primero hacia delante y luego hacia atrás- y luego levantar la cabeza para ver al compañero mejor situado. En aclarar esa cuestión le ayudó mucho Rubén García, que, al cruzarse al primer palo, arrastró a uno de los centrales y dejó a Carmona en las mejores condiciones para recibir el pase.

Cinco de casa. Con la entrada de Nacho Méndez en el minuto 79 y de Pablo Pérez en el 82, el Sporting acabó el partido con cinco jugadores asturianos, al añadirse los recién ingresados al estupendo Canella, el imprescindible Sergio y el estelar Jony, todos ellos piezas clave del actual Sporting. Y no pudo ser para mejor. En tan poco tiempo Pablo Pérez marcó un gol de rematador valiente, al adelantarse a cabecear al primer palo un centro de Carmona, y pudo conseguir otro gol en una volea que rozó el poste. Y Nacho Méndez, que, apenas en el campo, metió desde la izquierda un centro que era medio gol, mejoró ese registro con otro pase que, esa vez sí, fue un gol completo, gracias a la aportación de Nano Mesa, que supo dejar atrás a David García para luego disparar con precisión.

Un día especial. Estaba a punto de concluir el partido cuando desde el ángulo noroeste, donde se concentraba buena parte de la numerosa hinchada leonesa, surgió el grito de "¡Cultural, Cultural!", que, de inmediato, encontró eco en todo el graderío. Ese clamor resultó tan elocuente como el intenso minuto de silencio por Quini al principio del partido, al que se habían sumado con tanto respeto como emoción los aficionados visitantes. Si durante toda la mañana había sido gratificante contemplar, con la pacífica invasión leonesa, cómo el fútbol puede ser un estupendo pretexto para la confraternización, comprobar en el campo que la deportividad puede ser contagiosa fue el mejor epílogo para un día muy especial.

El oviedo, contra el muro

Los corredores de maratón suelen coincidir en que el momento más duro de la carrera se suele vivir entre el kilómetro 30 y el 35 porque es entonces cuando el esfuerzo se hace insufrible y, peor todavía, se tiene la sensación de no avanzar. Para definir esa situación han acuñado una imagen: esos kilómetros son El Muro. Cada uno, desde los mejores a los peores, ha de afrontar el suyo y tratar de superarlo. En unos casos el efecto de esa lucha interior no trasciende. En otros se nota. Y en algunos, mucho. Ese parece ser el caso del Oviedo, que da la impresión de haberse quedado parado, al sumar sólo dos puntos de los últimos quince disputados. Pero El Muro, aunque sea tan prematuro como en el caso del Oviedo, no es necesariamente el final, sino un obstáculo, entre exterior e interior, objetivo y subjetivo, que, no por tremendo, sea insalvable. El reto actual del Oviedo es tratar de seguir adelante, en cuanto que, objetivamente, sigue teniendo posibilidades. Se las dan los puntos que ha acumulado y lo que demostró como equipo para conseguirlos. Por recurrir a un ejemplo fácil, el Tenerife, que el viernes le pasó por encima, tiene tres puntos menos y sus responsables dicen aspirar a todo. Eso sí, las dudas seguirán creciendo mientras no las desvanezca una respuesta contundente.

Un equipo parado. La impresión que transmitió el Oviedo en el Heliodoro Rodríguez López fue la de un equipo parado. El Tenerife le superó netamente en velocidad individual y colectiva. También en imaginación y recursos. Lejos del grupo compacto de finales de la primera vuelta y comienzos de la segunda, el Oviedo resultó poroso y vulnerable. Sin duda se notó la ausencia de Folch, pero no hasta el extremo de explicar tal grado de pérdida de control.

De espaldas y de frente. Como en Zaragoza, el Oviedo comenzó siendo víctima de un delantero cuyo fuerte es el juego de espaldas a la portería. Recibiendo un pase en esa posición Longo marcó un gol espléndido, que dio confianza a su equipo en tanto que sembraba dudas entre los oviedistas. Pero en el resto del partido estuvo más bien torpe y obcecado. Todo lo contrario que el resto del equipo tinerfeño, al que Joseba Etxeberría parece haber puesto a volar. Y que jugó muy de frente. Milla y Alberto se adueñaron del centro del campo y las bandas fueron de Suso Santana y el joven Mula, la sensación del partido con sus dos estupendos goles, aunque fallara otro muy claro, como los fallaron Santana, Acosta y Alberto. Alfonso padeció la clase de partido más ingrata para un portero: ver que los rivales cada vez que acertaban con la portería era para marcar gol. No le dieron ocasión de hacer una sola parada.

Fabbrini como alternativa. Anquela no se decidió a integrar a Fabbrini en la alineación inicial, quizá porque le obligaría a cambiar de sistema de juego. Sí le dio el papel de revulsivo tras el descanso, cuando el partido se le había puesto muy cuesta arriba al Oviedo. Y estuvo a punto de funcionar. Apenas iniciado el segundo tiempo, el italiano tuvo en sus botas un gol, después de que el Oviedo hubiera conseguido con un saque de banda lanzado con rapidez e intención más que con todos los intentos del primer tiempo. Pero el tiro de Fabbrini fue a dar en el hombro de Alberto, casi bajo los palos, cuando Dani Hernández ya estaba desbordado. Luego la aportación de Fabbrini sería peculiar, en cuanto que el Tenerife lo convirtió en su enemigo a abatir, cortando en falta cada uno de sus intentos de desbordar. De una de esas faltas surgiría un gol oviedista, fielmente ajustado al patrón que se ha impuesto en esta temporada: saque de Berjón y cabezazo de un defensa, que en este caso fue Forlín, el único zaguero oviedista que no había marcado todavía. Que el viernes el argentino jugara en el centro del campo fue seguramente indiferente a ese respecto. Por unos momentos pareció que ese gol podría cambiar el rumbo del partido, pero una jugada en la que el Tenerife puso sus mejores bazas -incluida la del exoviedista Aitor Sanz, recién salido al terreno de juego- acabó con el espejismo de la remontada.

¿Y ahora? Una sanción absurda obligó a Anquela a ver el partido desde las alturas del graderío. Tal vez esa nueva perspectiva le haya inspirado posibles remedios contra la crisis de su equipo. Más que la baja forma de algunos jugadores -la de Diegui Johannesson, por ejemplo, parece evidente-, lo que llama la atención es el debilitamiento de la que venía siendo la seña de identidad del equipo, como es la intensidad. Si no lo consigue pronto, el Oviedo acabará por estrellarse de verdad contra ese muro que de momento tanto le hace dudar y sufrir.

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