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Dos en la carrera / Kilómetro 31

Las mejores señales en el Sporting y el Oviedo

Los rojiblancos alcanzan su mejor nivel mientras los azules recuperan el paso

La maratón de Segunda se pone al rojo vivo. La cabeza vive una revolución y, muy cerca, el pelotón perseguidor se engrosa hasta lo indecible. A falta de once jornadas para el final hay más equipos -trece, nada menos- con expectativas de ascenso que con amenaza de descenso. En esa lucha frenética los competidores asturianos emiten buenas señales. Las del Sporting son las mejores de la temporada. El Oviedo, por su parte, recupera el paso. De ahora en adelante cada jornada, cada kilómetro, promete ser apasionante.

EL OVIEDO, DONDE ESTABA

Al Oviedo le ha bastado un triunfo para poner entre paréntesis unas dudas que se situaban cerca del derrotismo. Su racha de cinco partidos sin ganar y con sólo dos empates no había sacado al equipo carbayón del pelotón de cabeza, en el que ahora gana posiciones para igualarse a los dos últimos equipos en play-off. Y lo ha hecho volviendo a lo que ha sido su esencia en esta temporada: no tanto brillantez, que sólo produce a gotas, como abnegación, lucha y confianza.

La suerte que tocaba. Ante el Granada lo mejor del Oviedo fue su fortaleza de carácter, su capacidad para resistir a pesar de las señales adversas que llegó a emitir el partido. Le ayudó la suerte. Simplemente, tocaba. A largo plazo la suerte es equitativa: lo que da un día lo quita otro y viceversa y en conjunto reparte al cincuenta por ciento. En la reciente mala racha oviedista la fortuna había cargado la mano contra el equipo azul. El pasado domingo la levantó. No fue otra cosa que un tiro de Joselu se estampara en el larguero o que Machís fallara clamorosamente un remate fácil en el segundo tiempo. Y, sobre todo, que Javi Varas hiciera recordar aquella caústica reflexión del Di Stéfano entrenador según la cual él sólo pedía a su portero que no metiera dentro los balones que iban fuera. Seguro que algo parecido pensaría Oltra, el entrenador granadino, cuando vio lo que hizo su guardameta par dar al Oviedo la ocasión de igualar el partido en un momento clave, al filo del descanso.

El mismo sistema. Quienes se aprovecharon del grave error del meta granadino fueran dos de los centrales oviedistas: Carlos Hernández haciéndose con el balón y Forlín empujándolo portería adentro. Fue la confirmación de que el Oviedo se mantenía en sus coordenadas habituales, las establecidas por ese sistema de juego que Anquela se resiste a modificar, aunque las circunstancias le obliguen a cambiar piezas. En esta ocasión algunos de los cambios iniciales se salieron de lo previsible. Entraba dentro de lo normal que Cotugno reemplazara a Diegui Johannesson y Aarón Ñíguez asumiera el papel de los sancionados Linares y Toché, por mucho que le costase porque no se adapta a las características de ese puesto. Normal fue que el entrenador mantuviera a Fabbrini en la alineación. Sorprendió, en cambio, que optara por Mariga en vez de Rocha, uno de los inamovibles junto a Folch, que se ha ganado la consideración de ser el más imprescindible de todos. Curiosamente, el keniata fue de los que mejor respondieron, con un rendimiento de que fue de menos a más a lo largo de un partido en el que el estado del terreno, empeorado encima por la lluvia que no dejó de caer, reclamaba poderío. Fabbrini, en cambio, sufrió sobre el barrizal. Cuando tiene el balón siempre se hace visible e ilumina el juego de su equipo. Pero padece eclipses. Su sustitución por Steven, para devolver a Ñíguez a su posición habitual, obedeció seguramente a la pretensión de fortalecer el centro del campo y la capacidad de despliegue. Pero seguro que Anquela no pensaría que ese cambio iba a producir efectos tan inmediatos.

El día de Steven. Steven salió y besó el santo. Sólo había jugado siete minutos en lo que va de temporada. Fue en Zorrilla, hace cuatro meses y entonces no pasó desapercibido, pues en ese poco tiempo le dio una asistencia de gol a Linares con un estupendo pase al primer toque. Ante el Granada Steven se superó. No necesitó ni dos minutos para marcar un gol llamado a ser muy importante, pues valió la victoria. El prólogo fue una espléndida jugada de Berjón -la mejor que hizo en el partido-, bien prolongada por Mossa con un pase hacia el hueco que había abierto Steven con su desmarque. Steven hizo entonces lo que cabía, que fue rematar según le llegaba el balón. La rapidez compensó que no le saliera fuerte ni colocado. Javi Varas, de nuevo mejorable, sólo acertó a interceptar el balón para dejarlo flotando a un lado, junto a la línea de gol. El mérito de Steven fue haber mantenido la tensión tras el remate, lo que le permitió arrancar de inmediato y, así, llegar al balón antes que el portero. Era su día. Lo comprobaría de forma definitiva en el minuto 95 de un partido que se hizo interminable, cuando el árbitro no interpretó como penalty una mano suya en el área oviedista al interceptar un centro del Granada desde la derecha.

La crisis, para el Granada. En buena medida el Oviedo se desprendió de la crisis que tanto le agobiaba para transferírsela al Granada, donde faltó tiempo para despedir al entrenador. Y lo hizo con todos los ingredientes, errores arbitrales incluidos. Además de ese posible penalty, el árbitro midió con distinta vara a los equipos al ser condescendiente con Christian Hernández, cuando tras fulminar de un codazo a Joselu sólo le mostró tarjeta amarilla, y estricto -y justo- con Machís, al que expulsó por propinar un cabezazo a Viti. También los errores arbitrales suelen promediar. Por eso lo mejor es olvidarse pronto de ellos y no utilizarlos como excusa para bajar los brazos.

EL SPORTING MÁS CONVINCENTE

Cuando más lo necesitaba ha aparecido el Sporting más convincente. Hasta ahora lo mejor que había mostrado era su eficacia. Lo decían sus números: el tercero máximo goleador de la categoría y el tercero menos goleado. Desde finales de 2017 se había mostrado intratable en su campo. Le costó mucho más tiempo ganar fuera y lo tuvo que hacer ante el colista. El lunes lo refrendó ante el que muy poco antes había sido el líder indiscutible de la categoría. Y algo más importante: precisamente ante el Huesca, el rival en teoría más difícil, se mostró por primera vez como un equipo completo, que defiende, ataca y, esa es la gran novedad, juega. Lo suyo ya no son acertadas palabras sueltas. Empieza a ser una conversación que convence.

Frente a dudas, eficacia. No dejó de ser curioso que esa demostración de eficacia se produjera cuando las circunstancias habían añadido un buen saco de dudas al equipaje con el que el Sporting viajó a Huesca. La baja de los dos defensas centrales titulares parecía una limitación demasiado grande para enfrentarse a un equipo que llevaba mucho tiempo mostrándose intratable en su campo y que, por si fuera poco, recuperaba al Cucho Hernández, a cuya baja por lesión se achacaba el bache sufrido por los oscenses en las últimas jornadas. Juan Rodríguez y Gaitán salieron al Alcoraz bajo la desconfiada suspicacia de buena parte del sportinguismo. Al final del partido se habían ganado, como poco, un respeto generalizado. Es cierto que sus compañeros les ayudaron mucho, pero ellos fueron los primeros en ayudarse a sí mismos con un trabajo tan serio como eficaz, que fue una de las claves del éxito del equipo que el lunes vistió de blanco. (Por cierto, ¿por qué dos días antes, el Athletic de Bilbao jugó en el Camp Nou con sus rojiblancos colores de siempre frente a un Barcelona cuya camiseta poco se distingue de la del Huesca?).

Un equipo completo. En Huesca el Sporting fue un equipo completo. Si la defensa respondió por el centro, no menos bien lo hizo por los laterales, tanto para defender (espléndido Canella) como para atacar (estupendo Calavera). En el medio campo tanto Sergio como Bergantiños tuvieron una presencia tan constante como acertada. Carmona y, sobre todo, Rubén García dieron a la media punta una visibilidad como no habían tenido hasta ahora, que se tradujo en la creación de mucho peligro para la portería de Remiro. La jugada del primer gol vino a compendiar todas esas aportaciones. Gaitán sacó con criterio el balón, Rubén García maniobró perfectamente para asegurarlo pese a la presión rival antes de hacer un perfecto cambio hacia Jony, quien lanzó desde muy lejos un espléndido centro sobre la boca de la portería oscense, al que, por rápido, valiente e intuitivo llegó Santos primero que nadie.

Los "malagueños". El dúo de cedidos por el Málaga está siendo fundamental en este Sporting. Santos aporta eficacia en la labor más difícil, que es la de hacer goles. Jony, que marca menos pero fabrica más, añade una creatividad hecha a partes iguales de calidad, inventiva y riesgo. Cuando logra que en su juego estén equilibrados esos ingredientes es fantástico. Pero a veces pierde el control. En el Alcoraz le ocurrió, por ejemplo, cuando, tras encadenar dos túneles fantásticos en muy pocos metros, intentó rizar el rizo con un tercero. No le salió por poco y esa pérdida pudo tener consecuencias, porque el balón acabó llegando a Cucho para que lo estampara en la mismísima cruceta de la portería del Sporting. De entrar el balón hubiera supuesto el empate a uno. No fue el único remate del Huesca a la madera. En el minuto 91 un cañonazo de Rescaldani sacudió el larguero gijonés. Hubiera sacudido la red si Mariño, espléndido, no hubiera desviado lo suficiente un balón que se colaba. Recordar esas dos ocasiones, más alguna otra, no equivale a decir que fue la mala suerte la que empujó al Huesca a la derrota, pues el Sporting tuvo a su alcance al menos tres goles claros. Pero puede servir para calibrar mejor el mérito de victoria que, en un momento clave de la competición, empuja a los gijoneses hacia arriba. Pero arriba del todo.

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