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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Fútbol, Roma y los "ultras"

Sobre los enfrentamientos, peleas y desórdenes que protagonizan radicales

Mary Beard, la escritora y profesora británica especialista en el mundo clásico, suele recordarnos que es importante que no admiremos a los romanos (nos referimos a la antigua Roma, claro, no a los jugadores de la Roma que destrozaron al Barça en el partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones) porque esos romanos fueron brutales, pero Beard admite que la vieja y brutal Roma también es fascinante. Brutal y fascinante. El poder de Roma no se sustentaba en el afecto que sus legiones sembraban entre los lugareños, ni en las ventajas organizativas del Derecho romano, ni en las mejoras en la estructura de las ciudades, ni en la comodidad otorgada por las obras de ingeniería. En la descacharrante película "La vida de Brian", el líder del Frente Popular de Judea (¿o era del Frente Judaico Popular?) arenga a sus seguidores con un discurso anti-romano: "Nos han desangrado, los muy cabrones; nos han quitado todo lo que teníamos. Y, a cambio, ¿qué nos han dado?". Alguien levanta la mano: "El acueducto". Otro: "Y el alcantarillado". Otro: "Y las carreteras". Otro: "La irrigación". Otro: "La sanidad". Otro: "La enseñanza". Otro: "El vino". Otro: "Los baños públicos". Otro: "Y ahora se puede salir de noche sin peligro". Otro: "Saben imponer la ley y el orden, la verdad es que son los únicos que han sabido imponerlo". El líder se impacienta: "Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?". Pues eso. El poder de esa fascinante Roma (y, por tanto, el pillaje al que fueron sometidas las provincias del Imperio por parte de los administradores romanos) se apoyaba, más que en el alcantarillado y los baños públicos, en su indiscutible superioridad militar, en sus legiones, el ejército más rudo, efectivo y mejor organizado de la antigüedad. Roma brutal. ¿Qué nos ha dado el fútbol? Muchas cosas. Puede que tantas (en otro sentido y medida) como nos dio Roma. Y el fútbol, como Roma, no sólo es fascinante, sino también brutal.

Estas últimas semanas, el fútbol ha mostrado su cara más brutal en estúpidos enfrentamientos, peleas y desórdenes en muchos estadios y calles, protagonizados en su mayor parte por aficionados "radicales". En Gijón, unos cuantos bárbaros ignorantes que se hacen llamar "ultras" del Sporting irrumpieron en un local del barrio de Cimavilla para agredir a seguidores del Ceares, un club de Tercera División que representa lo mejor del fútbol. A diferencia de lo que sucede con Roma, tal y como advierte Mary Beard, el fútbol es admirable a pesar de la brutalidad de los anormales que utilizan el fútbol como excusa para la violencia y el insulto. Roma no era nada sin la brutalidad de sus legiones. El fútbol lo es todo a pesar de la brutalidad de los "ultras" del Sporting y demás grupos a los que Sigmund Freud despacharía con un par de complejos. El fútbol nos ha dado acueductos que llevan la "Mareona" a Valladolid, carreteras que unen estadios, irrigación de alegría, salud del alma, enseñanzas éticas, vino que une, baños públicos en fuentes donde se celebran victorias, noches maravillosas donde se puede cantar y bailar sin peligro, ley y orden en bares en los que coinciden aficionados de uno y otro equipo sin que llegue la sangre al río. Por eso el fútbol es fascinante. Y también están los "ultras" violentos y futbolísticamente analfabetos; pero los "ultras" no son como las legiones de Roma, así que la brutalidad de estos grupos no puede empañar nuestra admiración por el fútbol.

Fútbol fascinante en el Olímpico de Roma, donde la Roma se comió al Barça como si fuera un trozo de pizza. Fútbol brutal en la violencia y el odio en los estadios, bares y calles cuando los descerebrados quieren hacerse notar. Gana la fascinación. Pierde la brutalidad. Por goleada

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