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Entrenador de fútbol base

El dentista

El doctor Baraja supera la dura revisión de la difícil visita al Ramón de Carranza

Lo primero que debo hacer será, en este caso, agradecer el trabajo de todos los dentistas a los que he visitado. Tengo historias curiosas sobre ranas, bicicletas y dientes por el suelo que, seguro, divertirían más que lo visto ayer en Cádiz.

La realidad es que a nadie le gusta ir al dentista. Como en los días de partidos importantes, esperas la hora de tu cita entre angustia y resignación. Sabes, porque te ha pasado otras veces, que no será un rato agradable. Aguardas en la sala de espera a que suene tu nombre con el mismo cosquilleo con el que observas cómo salta tu equipo al verde, con esa mezcla de satisfacción por haberle consumido los minutos al reloj e intranquilidad por desconocer lo que te espera.

El Sporting era conocedor de lo que se iba a encontrar en el Ramón de Carranza: tocaba revisión completa. Una buena nota en el examen le habría permitido saltarse alguna consulta, pero, por el momento, el paciente seguirá en observación.

Una de las cosas que más claras te deja el dentista antes de introducirse en todas tus cavidades es la importancia de tus gestos. Un movimiento en falso, un acto reflejo a destiempo o levantar la mano equivocada puede suponer un problema difícil de subsanar. Algo parecido debió pensar el doctor Baraja en la tarde de ayer, pues su equipo centró todos sus esfuerzos en salvaguardar la salud de su boca, en no cometer ni el más mínimo error.

Cierto es que el primer golpe de vista presagiaba un intento de mayor control que en el último tramo de Liga, con un Rubén García muy participativo que insinuaba hacer daño con su movilidad entre líneas. Después, supongo que fruto de la anestesia, el conjunto rojiblanco recuperó los tics que viene arrastrando en este último mes, asentándose en su seguridad defensiva y careciendo de una siempre agradecida dosis de pausa que desahogara por momentos a la zaga sportinguista.

Por suerte para el Pipo y sus muchachos, los dentistas nunca están solos, siempre tienen quién les eche una mano cuando es necesario. En Cádiz (y en Valladolid, Almería?) fueron Mariño y Sergio quien acudieron al rescate de la clínica rojiblanca. El primero ha tomado por costumbre deleitar a propios y extraños cada siete días con, al menos, una intervención de las que veíamos los domingos por la noche en los resúmenes de la jornada. El segundo, de blanco impoluto, como mandan los cánones, realizó un par de acciones de las que cualquier dentista se sentiría orgulloso: no necesita grandes alardes, no rueda por el suelo después de rebañar el balón, tampoco alza los brazos por salir victorioso. A veces ni siquiera es él quien termina recuperando. Sergio, silenciosamente, permitió que el Sporting saliera indemne de la visita al doctor con su inteligencia para la ayuda, la cobertura (hay una recuperación a Salvi que debería aparecer en los libros de fútbol base) y su conocimiento de la situación.

Si bien el punto permite calificar como superada la prueba del Carranza, acertaría el conjunto de Baraja en dar un paso al frente con respecto a sus últimos encuentros, evitando así que, la próxima vez, la anestesia llegue cuando ya ha recibido el primer pinchazo.

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