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La tercera vía

La apuesta por mantener la cadena de mando azul

Catorce horas después del amargo final de la Liga, el Oviedo anunciaba con inaudita celeridad la renovación de su entrenador y de su secretario técnico. Dos noticias de una tacada en dos tuits separados por sólo 55 minutos que vinieron a confirmar la novedad. La novedad es que no hay novedad: que los jefes de por aquí, los de los despachos y los del vestuario, seguirán con el timón. Hace dos años, sin play-off, cayó Carmelo del Pozo y después Generelo. Hace uno, sin play-off, cayó Hierro. Esta vez, de nuevo sin play-off, no cae nadie. Se opta por la continuidad, por vender un proyecto. Era la vía inexplorada hasta ahora, la tercera vía, la que pedía mayoritariamente la afición, seguramente la más sensata. Por primera vez desde el regreso al fútbol profesional la cadena de mando repite. El trío Joaquín del Olmo-Ángel Martín González- Juan Antonio Anquela será el encargado de diseñar (se supone que de forma conjunta) el Oviedo del año que viene, siempre con el visto bueno final de México. Si se trata de buscar estabilidad deportiva, la continuidad del proyecto (aunque sea por solo un año, como las dos renovaciones de ayer) es buena cosa. Al menos es cosa distinta a las dos últimas temporadas.

Hacer pública la continuidad del entrenador y del secretario técnico el día siguiente al partido final suena bastante a plan de choque preestablecido por si al Tartiere le hubiera dado el sábado por sacar las uñas, cosa que no ocurrió. Desde que desembarcó Carso en el club, el estado de ánimo de la afición (o de una parte de ella, la más ruidosa) influye, más o menos, en muchas decisiones. Había temor en la entidad a la respuesta del Tartiere tras el gatillazo de León. Y el Tartiere, que tuvo la peor entrada de la temporada (10.000 sobre 30.000), no sólo respondió bien sino que despidió al equipo con una ejemplar ovación, especialmente audible desde Fondo Norte, siempre al quite. Ayudó para el buen ambiente final que el Oviedo ganara al Huesca, que jugara bien y que tuviera opciones hasta el final. La sensación de quedar a un palmo del objetivo, a un solo gol, endulzó una jornada en la que había miedo a los truenos. Alivio total.

En cualquier caso, la desilusión, la decepción o como quiera llamarlo Anquela estaba más o menos descontada porque se venía rumiando ya desde León. En el fútbol hay un miedo absurdo a usar la palabra fracaso, como si un fracaso llevara implícita una condena. Tener un objetivo y no lograrlo, como le ha ocurrido otra vez al Oviedo, es un fracaso, sin que ello implique una enmienda a la totalidad. Las desilusiones o las decepciones son precisamente consecuencias de los fracasos, de la misma manera que la ilusión es hija del éxito. Se puede intentarlo y fracasar. Se fracasa por no conseguirlo, no por no intentarlo.

El Oviedo no ha llegado a donde quería, pero sí ha hecho un porrón de cosas bien. El de Anquela, por ejemplo, es mejor Oviedo que el de los dos años anteriores: 4 puntos más que el de Hierro y 6 más que el de Egea/Generelo. El técnico ha sumado con el Oviedo 65 puntos, dos más de los 63 con los que metió al Huesca al play-off. En los dos últimos cursos, el Oviedo, con la puntuación de este año, habría alcanzado la promoción. No se trata de vender motos sino de poner en valor la lenta pero constante progresión del equipo, que va de peldaño en peldaño (noveno, octavo, séptimo), descontando deuda y sumando otros éxitos, como el gran ascenso del filial de Javi Rozada.

Sucede que el Oviedo tiene la exigencia de los grandes y eso acelera las urgencias. El mismo sábado, por ejemplo, Arturo Elías ya habló de ascenso directo para el año que viene, prueba inequívoca de cuál es, sin ninguna duda, la máxima prioridad de Carso.

Habrá que ver qué se cuece ahora. Aunque menguante en el último mes por los malos resultados, Anquela sigue gozando de un notable respaldo entre la hinchada azul (Elías lo comprobó los días álgidos del derbi) y eso ha facilitado su renovación. Puede no parecerlo, pero la apuesta también tiene riesgos. El técnico andaluz es querido, pero ya no tiene una hoja en blanco en su mochila como cuando llegó. Habrá menos paciencia seguro.

La plantilla, como siempre, sufrirá un gran lavado de cara. Se esperan unas 10-12 salidas, que viene a ser la mitad del equipo. Pero los criterios parece que cambiarán. Es de suponer que el mercado nacional gane peso tras la mala experiencia y lo normal es que se apueste fuerte por jugadores de nivel en ciertos puestos clave, como el de delantero. Se espera un ariete que marque los goles y las diferencias que no se marcaron este año en ataque. Owusu y Olmes deberían haber dejado una buena lección. El reto es doble porque, además, está el filial, al que hay que reforzar para Segunda B y que puede complementar una plantilla que, como todos los años, se prevé corta. A ver. El mercado está más inflado que el curso pasado y ahí tienen un desafío los responsables azules, que no paran de recibir ofrecimientos de jugadores y entrenadores, caso hace días de Javier Aguirre para el banquillo. El Oviedo, pese a todo, sigue siendo un caramelo.

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