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Fiebre en las gradas

Sólo puede quedar uno

Se echa de menos a Preciado para levantar el ánimo a jugadores y a Gijón con sus frases inventadas

Probablemente nada explica mejor el partido del sábado que esa frase que me repitieron en la infancia: "no es lo mismo la fame que la gana de comer". El Córdoba afrontó el partido como un lobo feroz que lleva varios meses por la nieve buscando algún animal incauto con el que poner a prueba sus colmillos y se encuentra con una apetitosa oveja. El Sporting, por su parte, después de levantarse de la siesta y con un poco de pereza porque aún estaba haciendo la digestión acudió a la hora convenida al restaurante, escogió una mesa con vistas y tras consultar el menú dudó entre la lubina del tercer puesto o los fritos de pixín del cuarto. Apenas se sentó en la mesa se dio cuenta de que un lobo cordobés había arrasado con todo lo que quedaba en la despensa y que la última ración de lubina se había ido para Zaragoza.

Y ahora cuatro equipos se juegan el ascenso. Y de esos cuatro "sólo puede quedar uno" como nos decían en la película ochentera, "Los inmortales". Una película que nos maravilló a los que éramos adolescentes en la época, pero que ha resistido bastante mal el paso del tiempo. En aquellos años al Sporting lo entrenaba Novoa, los goles eran cosa de Lucho Flores y de Eloy, Quini había vuelto del Barcelona, Manolo Mesa... Tiempos en los que quedarse en Primera no bastaba. Al Sporting, como a la película de Mulcahy, también le ha sentado mal el paso del tiempo.

De las cuatro ciudades que aún siguen vivas en esta eterna Segunda, hubo fiesta en tres. En Soria sufrieron hasta el final el empuje de una Cultural que esperaba que el Sporting rascara algo en Córdoba. En Valladolid celebraron por todo lo alto la clasificación y en Zaragoza la consecución del tercer puesto. En Gijón no celebramos nada. Estamos en el mismo sitio, pero nada es igual. Donde en otros lados hay euforia, aquí parece que reina la melancolía. Las últimas derrotas, sólo parcheadas por el triunfo ante el Granada han sumido al equipo en una especie de apatía ante lo que se avecina que conviene revertir. En estas situaciones se echa mucho de menos a Preciado. Seguro que se hubiera inventado alguna frase de esas que levantaran el ánimo no solo a sus jugadores, sino a la ciudad entera. Una de esas que mezclaban en un mismo texto a Pilatos, la escatología y algún equipo alemán con el nombre más largo posible.

Los 42 partidos que los jugadores llevan en sus piernas y los aficionados en sus ánimos han servido para que se vuelvan a repartir cartas. Lo malo es esta terrible dinámica de los últimos partidos, lo bueno es que para la primera mano nos hemos asegurado el comodín de la vuelta en casa y la carta marcada de asegurar el pase antes de recurrir a la ruleta rusa de los penaltis en caso de igualdad tras los 240 minutos que duraría la eliminatoria. En el otro cruce mejor nos vestimos de numantinos para, en el caso de pasar, volver a tener comodines. Claro que el Valladolid cuenta con el peso de su nombre, que ante nosotros tampoco impone tanto y, sobre todo, con el peso de los 33 goles anotados por Juan Mata. Cuando quedaban 10 jornadas para finalizar la liga todos tiramos de las palabras de Luis Aragonés. El zapatones decía que lo importante era llegar colocado a ese último tramo de campeonato y que ahí empezaba lo bueno. De estos diez partidos el Valladolid ganó seis, empató uno y perdió tres. Mientras, el Sporting ganó cinco, empató uno y perdió cuatro. Resultados que hacen pensar que la eliminatoria va a ser igualada.

A un inmortal solo lo podía matar otro y cortándole la cabeza. El jueves toca desenvainar las espadas, pero no hay que olvidar que la cabeza de uno rodará el domingo, mientras el otro envaina la espada para la última batalla.

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