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En defensa de los "subecarros"

Sobre el desenlace de la Liga y la reacción del Tartiere

Pasarán años y el oviedismo recordará ese día entre carcajadas. Fue el 2 de junio de 2018; el día que el Tartiere celebró un gol que en realidad nunca había llegado. Los futuros padres y madres oviedistas se lo contarán a sus hijos en Nochebuena. Por unos poco segundos, parte del oviedismo creyó de verdad que el equipo jugaría la ansiada promoción y rugió con un hipotético gol de la Cultural en Soria que en realidad no existió. Todavía no se sabe muy bien cómo pudo suceder, porque sí hubo un tanto anulado a la Cultural, pero minutos antes de la eufórica celebración del Tartiere. Nunca un instante, aunque fuese difuso, fue tan cruel para una afición y a la vez tan descriptivo de lo que significa el Oviedo, al menos en su última etapa, desde que cayó al pozo y lucha por volver. Porque, aunque suene a excusa barata, el Oviedo no tiene suerte en nada. Y la suerte, la fortuna, aunque se quiera negar, influye muchas veces incluso más que un director deportivo o un entrenador. Los que vimos el Oviedo-Huesca desde las cabinas de prensa sabíamos que ese gol de la Cultural no existía, sabíamos que el Tartiere celebraba la nada, el vacío. Las caras de la gente, primero de euforia y luego de frustración, darían para un reportaje fotográfico digno de estudio sociológico. "El fútbol debe muchas al Oviedo", dicen muchas veces los oviedistas más veteranos. Visto lo visto, van a tener razón, y cuidado con el Oviedo: como la suerte del fútbol le pague todas las deudas juntas?

Otro de los tópicos que, al menos con el Oviedo, cabe ir despejando para temporadas futuras es el que dice que "el fútbol son solo goles, ganar o perder". La afición del Oviedo no es resultadista y, si lo fuese, probablemente ya no existiría. Lo demuestra la ovación final al equipo después de no entrar en el play-off. Algo que muchos no se esperaban y que viene a probar que en Oviedo el fútbol todavía es romántico. Pero la afición ovetense también tiene cosas raras. Por ejemplo, el recelo a los nuevos, a los llamados "subecarros", que son aquellos que se han enganchado al equipo aprovechando el tirón del ascenso a Segunda hace tres años. "¿Dónde estaba ese en Tercera?", dicen muchas veces los más fieles. Si al estadio sólo fueran los de siempre, los que fueron los más valientes, a los que se les debe muchísimo, no habría en el Tartiere ni ocho mil personas.

Los "subecarros" son básicos y fundamentales para hacer algo grande. El Oviedo les necesita, más aún después de tres años de cierto estancamiento en Segunda. Pero se les debe ganar para la causa y no despreciarlos. "Subecarros", subíos al tren azul.

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