Nadie podrá negar que Miguel Montes Torrecilla ha sido muy valiente a la hora de configurar la plantilla del Sporting para esta temporada. El director deportivo ha hecho exactamente lo contrario al sentir mayoritario de la hinchada: numerosos fichajes de futbolistas escasamente conocidos para el aficionado medio y una limitada apuesta por la cantera. Como si se lo jugara todo a puerta grande o enfermería. Así que tampoco a nadie debiera extrañarle que las críticas lluevan a las primeras de cambio en el caso de que las cosas se tuerzan, algo que no tiene por qué ocurrir.
Por el momento, el equipo ha rendido sin muchas sorpresas, con tantas dudas como esperanzas, lo habitual en cualquier inicio de campaña que se precie. Un empate en Alcorcón, dos victorias en casa ante rivales teóricamente llamados a luchar por la permanencia y una derrota en la última jugada del partido en Riazor son un bagaje presentable, aunque bastante alejado de la excelencia. Demos tiempo al tiempo.
De lo peor en este primer mes de competición ha sido el planteamiento de Baraja en los dos partidos lejos de El Molinón, por más que el técnico diga que aún es pronto para hacer distinciones entre el papel del equipo como local y como visitante (como si fuera un recién llegado y las gentes rojiblancas no conocieran sus inclinaciones conservadoras cada vez que sale de Gijón). De lo mejor, la capacidad de liderazgo y el descaro que ha demostrado Sousa, las buenas sensaciones que ha dejado Robin Lod y, por supuesto, las soberbias actuaciones de Mariño bajo los palos, un seguro de vida sin fecha de caducidad. Todo lo demás está por demostrar y hoy Soria es un buen termómetro. Paciencia.
