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Dos en la carrera / Kilómetro 7

Transición con dudas en Sporting y Oviedo

Los equipos asturianos no convencen por ahora, pese a sus numerosos cambios, con respecto a la temporada anterior

Sporting y Oviedo se renovaron a fondo este verano para acometer la durísima maratón de la Segunda División, pero por el momento los cambios no parecen estar produciendo los efectos deseados. La alineación inicial que sacó el Sporting en la jornada 7.ª de la temporada actual sólo coincidía en cuatro jugadores con la de igual jornada de la temporada anterior. En el caso del Oviedo la coincidencia se ampliaba a cinco elementos. Los logros eran, sin embargo, los mismos que entonces. Cada equipo tiene los mismos puntos que la temporada pasada a la misma altura de la competición: 11 los rojiblancos y 9 los azules. Si hay que buscar alguna diferencia es en los goles. El Sporting marca menos (7 ahora frente a 8 hace un año) y recibe menos también (4 frente a 6). El Oviedo hace menos (9 frente a 11) y le hacen más (11 frente a 9). Números al margen, las sensaciones que transmiten uno y otro no son demasiado estimulantes. El hecho de que en los dos equipos la dirección deportiva sea continuista -mismos directores deportivos, mismos entrenadores- puede acentuar la impaciencia de los seguidores. Contra ese peligro es bien sabido que no hay mejor antídoto que buenos resultados. Pero eso, de momento, es más un futurible que una realidad palpable, sobre todo en el caso oviedista.

El Sporting, casero

Para el Sporting actual no hay mejor garantía que jugar en casa. Así cimentó su buena clasificación de la temporada pasada y en la actual parece querer insistir en igual camino. Si se había atascado ante el Numancia, recuperó la eficacia ante un Las Palmas que llegaba imbatido. De los doce puntos que ha disputado en su campo, el Sporting ha salvado diez, con lo que iguala en ese aspecto a Granada, Las Palmas y Alcorcón. Sólo el Málaga de Muñiz, con cuatro victorias en cuatro partidos, le supera en eficacia casera.

Y con la puerta a cero. Parece claro que en la concepción de Rubén Baraja la búsqueda de esa eficacia pasa por conceder una importancia fundamental en mantener a cero la propia portería. El Sporting actual es un equipo precavido, que trata de no dejar desguarnecida su defensa y ataca con pocos efectivos. El sistema es parecido al de la temporada pasada, aunque servido por otros jugadores. Es inevitable que se note la baja de Sergio, porque Cofie tiene características muy diferentes. El ghanés es un distribuidor de juego, mientras que el avilesino, ahora en el Eibar, es un ensamblador. Con Cofie por delante de la defensa el Sporting es ahora mismo un equipo menos compacto, no solo por él sino por los centrocampistas que tiene por delante, una línea en la que Baraja no cesa de introducir cambios, señal de que no acaba de encontrar lo que desea. Se notó de modo acusado en la primera media hora contra Las Palmas, en que los canarios llevaron claramente la iniciativa, mientras los rojiblancos se cargaban de faltas, señal de que se sentían superados. Al Sporting le salvó entonces que los canarios no acertaron a culminar y, sobre todo, que su defensa se mantuvo a un buen nivel. Peybernes se mostró como un defensa sobrio y seguro y Álex Pérez, que iba a comenzar el partido en el banquillo, se reivindicó con una actuación muy completa, que alcanzaría su momento culminante en el minuto 65, cuando tapó un remate a quemarropa de Sacko que llevaba todas las opciones de convertirse en un gol que hubiera aguado la fiesta rojiblanca.

Dudas en ataque. Las precauciones defensivas del Sporting no se complementan por ahora con un juego de ataque que despierte entusiasmo. Ante Las Palmas salvaron ese necesario trámite las subidas de Canella, que está en un gran momento de forma, y la decisión y atrevimiento de Álvaro Jiménez, a veces un poco atropellado a costa de ambicioso. Lod dejó buenos detalles, como en la jugada del gol, pero sin mucha continuidad. Y Sousa, que tiene calidad, se muestra contenido en sus subidas. En cuanto a Djurdjevic, el fichaje más ilusionante, por caro, de la temporada, sigue sin aparecer. No parece que sus condiciones se adapten al juego directo, demasiado directo, que muchas veces practica el equipo, sobre todo fuera de casa, que requiere más velocidad y desmarque, como los que aportaba, por ejemplo, Santos. Djurdjevic corre el peligro de quedar aislado en territorio hostil. Blackman, cuando lo sustituyó, pareció aportar más recursos al puesto.

El Molinón con Carmona. El Molinón, que ahora añade a su nombre centenario el de Enrique Castro "Quini", es un campo especial, no sólo por antigüedad sino también por carácter, el que le han ido dando los que acudieron a sus gradas a lo largo de más de un siglo. De la creatividad de esa afición hay muestras sobradas. De su sensibilidad, también. La que demostró el domingo pasado merece ser recordada. Carmona, que jugaba el partido en una situación tan excepcional como la de la muerte de su padre, se esforzó sin duda en dar lo mejor de sí mismo. Algo de eso hubo sin duda en su participación en la jugada del gol rojiblanco. Y luego asumió la responsabilidad de lanzar el penalty que él mismo había provocado. Pero, Raúl, el altísimo portero de Las Palmas, se lo paró. Como hubiera supuesto el 2-0 que aseguraba el triunfo, aquello representó sin duda una contrariedad. Pero los aficionados locales supieron anteponer a ese disgusto la cercanía afectuosa a Carmona y se pusieron inequívocamente de su lado con una emocionante ovación, que se repitió, ampliada, cuando minutos después el balear fue sustituido. El fútbol gana, y por goleada, cuando, en vez de ofrecer a veces cauces a los bajos instintos, se muestra capaz de sacar afuera los sentimientos más nobles. El Molinón lo sabe.

EL OVIEDO, EN TRANSICIÓN

Hasta ahora el Oviedo de esta temporada era un equipo que daba disgustos en casa y satisfacciones fuera. Pero el viaje a Alcorcón no fue feliz. El equipo alfarero, entrenado por el exoviedista Cristóbal es la revelación de la temporada en Segunda División, sin duda porque ha madrugado a conseguir una identidad satisfactoria. El Oviedo, en cambio, se encuentra en plena transición, curiosamente, de la mano del mismo entrenador que le dio un perfil claro la temporada pasada. La gran duda a estas alturas es si el cambio que se intenta conducirá hacia el éxito o hacia al fracaso, pues el comportamiento del equipo ha dado pie a las dos interpretaciones.

Qué otro equipo. Lo que parece claro es que Anquela quiere otro equipo. Con la misma alma, sin duda, pero con otra expresión. El alma es, por supuesto, la intensidad. La nueva expresión, un mejor trato al balón y una mayor creatividad. Para que ésta no resida en exclusiva en las muy notables capacidades de Saúl Berjón, el Oviedo ha incorporado esta temporada a jugadores con vitola de creativos, como Javi Muñoz o Tejera. Con estas novedades y lo que pudieran aportar jugadores polivalentes como Bárcenas, o delanteros con gran movilidad como Joselu, se podría pensar que la mejora del equipo iba a ser cuestión de paciencia y perseverancia, cualidades que distinguen a su entrenador. Pero no se contaba con un problema inesperado, el de la inseguridad defensiva, una caudalosa vía de agua que amenaza con poner en riesgo no sólo el éxito de la navegación sino al propio barco.

De Alanís al Alcorcón . Por eso tenía un especial interés ver lo que podía aportar Alanís, uno de los fichajes importantes de la temporada, que hasta ahora estaba inédito. El central mexicano llegó con la expectativa de añadir un plus de calidad a una defensa que se había distinguido por su reciedumbre. Pero su presentación se truncó con un adiós prematuro. Su lesión a los 17 minutos devolvió al Oviedo a una defensa conocida y vino a coincidir con un punto de inflexión en el partido, que si hasta entonces parecía estar controlado por los azules pasó a registrar un crecimiento progresivo del Alcorcón, que comenzó a demostrar que las palabras elogiosas que Anquela le había dirigido en los días previos al partido eran algo más que los cumplidos de un entrenador hacia un equipo que ha sido muy importante en su carrera. Ante el Oviedo el Alcorcón actual demostró que es todo un equipo, que defiende con eficacia, sale con orden y criterio y es capaz de llegar con peligro. Un once muy bien organizado en el que el buen trabajo colectivo no opacó el brillo de individualidades como Eddy Silvestre, elegante e imaginativo, o el exoviedista David Fernández, que lideró la eficaz respuesta a las jugadas de estrategia del Oviedo, otro de los aspectos en los que el equipo carbayón ha sufrido una merma radical.

Y sin embargo. Con todo, lo peor para el Oviedo fue el resultado, un avatar que en el fútbol se impone a cualquier otra consideración, como, por ejemplo, que a los azules no les ayudaron ni la suerte ni las decisiones arbitrales. El segundo gol del Alcorcón lo consiguió Juan Muñoz al ejecutar espléndidamente un lanzamiento de falta. Pero la televisión mostró que la falta no había existido, pues la disputa del balón entre el oviedista Javi Muñoz y Jonathan Pereira fue limpia por parte y parte, pese a lo cual el árbitro castigó al azul. En el minuto 76 Bárcenas, tras un recorte de mucha calidad, lanzó un gran disparo que bien merecía llegar a la red pero que fue devuelto por la cruceta. El gol no hubiera sido decisivo en ese momento, pero lo hubiera revalorizado hasta valer un punto el que logró Joselu en el minuto 89. Pero para eso tendría que haberlo dado por válido el equipo arbitral, que decidió con vista de águila que Folch había devuelto el balón desde fuera del terreno de juego, cuando lo hizo suspendido en el aire más o menos sobre la vertical de la línea de fondo. La televisión no llegó a aclarar en este caso si era más o menos o nada. El Oviedo y sus seguidores tienen derecho a apuntarse esta duda, aunque sea a beneficio de inventario, como lo tienen a quejarse del error arbitral que propició el segundo gol del Alcorcón o a lamentar su mala suerte en el tiro de Bárcenas a la escuadra cuando todavía había partido. Si con ello recuperan autoestima no todo se habrá perdido en Santo Domingo.

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