A Lopetegui se le está haciendo excesivamente laboriosa la tarea de reinventar al Madrid sin Cristiano. Al ilustre entrenador del equipo blanco, que fijó en ese objetivo sus afanes en los comienzos de temporada, las lanzas atacantes se le convierten en frágiles cañas partido a partido y ya llevan tres sin conseguir marcar. Algo inusual y que al decir de los estadísticos nos retrotrae a tiempos de Fabio Capello, doce años atrás. El pasado curso se les abrió la puerta a Morata y James, que algo de gol llevaban en sus botas, y en este el dedo señaló al fenómeno de Madeira, que dejó en el año de su despedida 44 argumentos de su rendimiento en el área.

La búsqueda de refuerzos estival pareció obedecer a una brújula imantada, y se apuntalaron puestos en los que los más no apreciaban problemas. Courtois, excelente portero, vino a turbar al no menos brillante Keylor de las tres Champions; sin olvidar tampoco la incorporación del prometedor Lunin, verdadera apuesta de futuro para el marco. Y similar operación en el lateral derecho con la llegada del notable Odriozola para solaparse con Carvajal. Pero sin novedades de relieve en vanguardia, a excepción de la recompra al Lyon por 22 millones de un Mariano que se había dejado ir por 8 una temporada antes, y que se utiliza poco. Un conjunto de decisiones cuando menos desconcertantes, como lo fue el aterrizaje del propio Julen en vísperas mundialistas.

Está suficientemente lejos la Navidad como para empezar a hablar de turrón, pero qué duda cabe que un tropiezo este sábado en Mendizorroza ante los hombres de Abelardo puede enturbiar bastante el futuro de Lopetegui. Un cuarto traspié de los blancos frente a los modestos vitorianos que dirige el gran timonel (Julio Puente ©), dejaría este pretendido Madrid coral en un alarmante estado de afonía.