La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LNE FRANCISO GARCIA

Hannibal Lecter en camisa de fuerza

El Sporting malogra una buena ocasión de acercarse a la cabeza, se inhibe lejos de El Molinón y sólo saca la casta a la tremenda

Este Sporting es como la sidra: en cuanto que atraviesa el Pajares se estropea, se agría, se hace trizas. Aunque comparar con la bebida asturiana a este equipo achicado fuera de El Molinón convoca al sacrilegio. Este grupo líquido de Baraja, cada vez menos sólido, a lo que se parece es a la gaseosa: se le va la fuerza por la boca de su entrenador, incapaz de conseguir que la plantilla que han puesto en sus manos sea capaz de meter miedo fuera del terruño. Este Sporting tiene menos peligro que Hannibal Lecter embutido en la camisa de fuerza del FBI. El millar ruidoso de aficionados rojiblancos abandonó el Wanda cabizbajo, como los jugadores, embutidos en el silencio de los corderos. Qué oportunidad perdida de acercarse a los puestos de cabeza...

Parece que Baraja no acierta ni cuando rectifica. Ayer se la jugó con Lod en la sala de máquinas y el finlandés, más frío que un témpano, no dio una a derechas, ni a la carrera ni a balón parado. Errático en la entrega, una pérdida de balón suya dio pie al gol que abrió el marcador, cuando el árbitro enfilaba ya el camino de la caseta. El disparo de Aitor García, inapelable, quedó fuera del alcance de Mariño. La primera evidencia del gatillazo ante el recién ascendido es que cualquier equipo de la categoría maneja el balón con mayor criterio que el Sporting, incapaz de hilvanar cuatro pases. Los errores en la entrega fueron tan frecuentes como groseros, sobre todo durante la primera mitad, cuando todo el peligro de los visitantes llegó a balón parado, desde las esquinas. Como viene siendo norma lejos del feudo propio, el primer disparo a puerta claro del Sporting llegó pasado el minuto setenta. Fue un disparo de falta directa de Carmona, que el meta rival conjuro con los puños. En el 73 fue Lod quien probó a distancia, pero su lanzamiento lo atajó sin dificultad Basilio.

La entrada de Nacho Méndez y Blackman, que llevó al banco de los acusados a Djurdjevic, que mantiene su pertinaz sequía, y a Sousa, que va diluyendo su relevancia al paso de la temporada, permitió un mejor manejo. El equipo se fue a por el empate, pero en una contra bien hilada llegó el segundo del Rayo, ejecutado por Carcelén. Por cierto, alguien debería explicarle a Cofie que a la tercera es delito echarle el balón al compañero que circula más cerca.

En una decisión sorprendente, Baraja gastó el último cambio con Traver y el chaval vio cómo un defensa sacaba en la raya un disparo suyo con el meta ya batido. El rechace lo llevó a las mallas Carmona, en el 82. El Sporting tocó a rebato y asedió la portería rival, con más ganas que acierto. Todos los intentos resultaron baldíos. La casta salió demasiado tarde.

Compartir el artículo

stats