Los estoicos, según cuenta Diógenes Laercio en sus amenísimas "Vidas de los filósofos más ilustres", sostenían que todos los pecados son iguales. Así, si una verdad no es mayor que otra verdad, ni una cosa falsa lo es más que otra, tampoco un fraude será mayor que otro fraude, ni un pecado mayor que otro pecado. El que peca mucho y el que peca poco igualmente dejan de estar en lo recto, del mismo modo que quien dista cien estadios de Canopo y quien dista de uno, igualmente dejan de estar en Canopo. De esta manera pensaban Crisipo y Zenón. Pero los estoicos no contaban con el fútbol. No todos los pecados son iguales, amigo Crisipo. Que se lo digan a Lopetegui.

¿Acaso no hay verdades mayores que otras verdades? ¿Acaso la verdad del 5-1 en el partido entre el Barça y el Real Madrid de la pasada jornada no es mayor que la verdad de la superioridad en juego, actitud, banquillo e ideas del Barça de Valverde sobre el Madrid de Lopetegui? ¿Acaso el fraude del Madrid triunfante que no necesita de los 50 goles y de la imponente presencia de Ronaldo no es más fraude que la debilidad culé sin Messi? ¿Acaso no ha pecado Valverde en su gestión de un Barça atascado ante equipos como el Leganés o el Athletic Club, y acaso esos pecados no son menores que los pecados de un Lopetegui que llegó mal al Madrid, empezó peor y terminó de forma horrible? Ni Valverde ni Lopetegui han estado siempre en lo recto en esta temporada, pero Valverde sigue en su puesto y Lopetegui ya es una nota a pie de página (o quizás un borrón) en la historia del Real Madrid. El Barça no está en Canopo, y el Madrid tampoco, entre otras cosas porque esto acaba de empezar. Pero la distancia entre Canopo y el Barça es mucho menor (concretamente, siete puntos) que la distancia entre Canopo y el Madrid. Por eso en la próxima jornada veremos a Valverde en el banquillo del Barça y no veremos a Lopetegui en el banquillo del Real Madrid. Así que no, no todos los pecados son iguales.

En fútbol, el tamaño de los pecados importa. Importa mucho. La distancia entre Canopo y los equipos importa. Importa mucho. Pecar mucho no es lo mismo que pecar poco. No, no es lo mismo. El filósofo Immanuel Kant decía que es conforme al deber que el mercader no cobre más caro a un comprador inexperto, pero que un camarero se aproveche de la inexperiencia de un multimillonario para cobrarle cincuenta céntimos más en el café no es lo mismo que robar millones de euros del dinero de todos. Valverde puede pecar permitiendo que se pierda un futbolista carísimo como el Dembélé, pero Lopetegui pecó más cuando fichó por el Madrid dejando a la selección española con cara de gilipollas antes del inicio del Mundial. El pecado del 5-1 en el Camp Nou es muy gordo, porque en ese estadio y ante al Madrid el 5 tiene una carga mítica que sólo los muy fuertes, como el insoportable Mourinho, pueden soportar. ¿Es injusto? Puede que sí. Pero decir que el fútbol es injusto es como enfadarse porque el cielo de Atenas en un día de verano es azul. El vulgo, decía Nicolás Maquiavelo, se deja seducir por las apariencias y por el resultado final de las cosas y, añade Maquiavelo, en el mundo no hay más que vulgo. Todos los aficionados nos dejamos seducir por las apariencias (parece que esta temporada el Barça puede ganarlo todo, y parece que el Madrid no ganará nada) y por el resultado final de las cosas (ese demoledor 5-1 en el Camp Nou). Y en el fútbol no hay más que aficionados, porque los que no lo son y ven un partido son sólo ornitólogos. Así es el fútbol. Así es el cielo de Atenas.

El tamaño de los pecados futboleros importa.