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LNE FRANCISO GARCIA

De sólido a gaseoso

El Sporting no endereza el rumbo, sin suerte y sin beneficio en las decisiones arbitrales

El Sporting no levanta cabeza. Ni con una alineación más razonada y razonable, menos rígida y más elástica, pudo el equipo, ayer recubierto de verde esperanza, alcanzar la fe necesaria para romper una racha nefasta de resultados que amenaza, de persistir, con meterle en problemas. Empieza a dar vértigo mirar hacia arriba y pánico si se tuerce la vista hacia abajo. Van cinco partidos seguidos sin conocer la victoria. Y, ojo al dato, que vienen curvas: primero el Málaga y después el Oviedo.

Fuera de El Molinón, el once de Baraja, al que no se le arreglan las probaturas, no gana ni por caridad. Ayer se adelantó en el marcador y ni con esas. Empezó mejor el Almería, que mostró hechuras, pero los gijoneses se sacudieron el dominio local y en el minuto 9, un robo tras saque de banda de los locales lo puso Djurdjevic, tras pleitear con un defensa, en la yugular del área, donde Pablo Pérez solo tuvo que empujar con el pecho.

En su regreso a la titularidad, el ex alumno de los jesuitas sumó, siempre en el lugar donde mejor se desenvuelve y hace más daño, como segundo delantero, en la media punta. Su derroche físico, como también el del balcánico, fue digno de elogio durante los primeros 45 minutos, justo lo que le duró al Sporting la gasolina. De la caseta del descanso retornó el equipo de las otras tardes, sin capacidad para ensamblar, sin cerebro ni timón. Y sobre todo, sin pegada. Salvo una falta lateral que Carmona estrelló en el palo, otra torrija en ataque. Lod, cuyo talento empieza ya a compararse con el tamaño de su carácter huidizo, pareció no estar, más aplicado en labores de intendencia que en la creación. Y Carmona, tres cuartos de lo mismo. Voluntarioso pero desaparecido en combate. Una jornada más, el cuadro adoleció de manija y de manejo.

Así, con el transcurso irreversible de los minutos, de un estado sólido el Sporting pasó a gaseoso sin necesidad de someter a los jugadores al punto de ebullición que reclamaba un partido que se preveía caliente. Cuando el Almería anotó el segundo gol, el que certificaría la victoria local, el Sporting ya se había licuado.

Como las malas pulgas eligen siempre como compañero de viaje al perro más flaco, a los de Baraja ya no les acompaña ni la suerte, como en el disparo de Carmona al poste, ni el beneficio árbitral. El trencilla de ayer, que señaló menos infracciones de las que se cometieron, que dejó que Salvador se volviera a Gijón lleno de moratones, y que debió mandar a la ducha al duro Owona antes de tiempo, sí vio con sorprendente nitidez un empujón dentro del área de Molinero y concedió una pena máxima que si se califica de rigurosa es pecar de generoso. De ese error vino el empate de los almerienses. Mientras que lo que pudo ser el 1-2 a favor de los asturianos, con un acrobático remate de Cris Salvador, lo anuló por un fuera de juego que la repetición televisiva confirmó como inexistente. Los del bar reclamaron el VAR para esas jugadas, pero en la Liga de los pobres la tecnología es aún una quimera.

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