El fútbol es muy curioso. El oviedismo salió hundido de Riazor. El resultado -no tanto la imagen- y la percepción de que el equipo no era capaz de reponerse del primer gol recibido en el partido se tradujeron en un torrente de críticas hacia el entrenador azul. Al final del encuentro los jugadores aguantaron durante un par de minutos los reproches de la grada carbayona. La sensación, en las afueras del estadio y en las redes sociales, era una mezcla de cabreo y abatimiento. Pocas ganas de derbi, se podría decir. Hasta que llegó Carmona.

"Un punto puede ser bueno de cara a darnos un poco de motivación para encarar el derbi y estamos en una situación jodida, pero no veo que en cada partido los equipos sean superiores y nos metan cuatro, sino que se deciden por un detalle", dijo el capitán del Sporting al acabar su partido ante el Málaga. El hombre dijo lo que muchos oviedistas pensaban y habían verbalizado en las horas previas. Pero, ay amigo, en esto del fútbol ya se sabe que con el equipo de uno solo puede meterse uno mismo. A muchos les entraron de repente las ganas de derbi. Luego ya llegó la ideaca de remitir a LaLiga las declaraciones por parte de su propio club. Ni las horrendas camisetas de "Invasión aldea" ni una frase dicha al finalizar un partido son para tanto. En realidad no son para nada. Otras cosas sí. Pero en temas serios parece que es mejor no meterse, no vaya a ser. Es curioso cómo nos alteramos con lo ajeno y damos por bueno lo propio.

Que las declaraciones de Carmona sean lo más relevante que ha sucedido hasta hoy en la semana del derbi son una muestra de lo anodino que se plantea el encuentro: como un empate a cero emocional. Los dos clubes llegan a la cita en horas de parte media de la tabla. Pero el problema no es ese. Va un poco más allá. Las dos entidades afrontan la cita con un punto de impersonalidad desconocida hasta hoy. Oviedo y Sporting parecen haber difuminado sus señas de identidad y caminar sin remedio hacia una despersonalización de lo que un día fueron. Igual que el resto de clubes.

"Ay de un club que no cultive sus nostalgias", decía del dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues. Sin idiosincrasia, sin valores, sin un relato que acople la historia para mirar al futuro es imposible fomentar la pasión, que es lo que mueve este deporte que es un negocio y este negocio que es un deporte. Hay tantos partidos por semana que el balompié se ha convertido en una especie de música de fondo similar a la que suena en los ascensores de hotel. El futuro del fútbol es anodino. Ya ni cuando suena un temazo por el hilo musical nos venimos arriba.