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LNE FRANCISO GARCIA

Florentino Pérez en Mareo

El Sporting, que se ha convertido en una trituradora de técnicos, intentó con Baraja retrasar lo inevitable

Desde el año 2012, con el cierre traumático de la etapa de Preciado, diez entrenadores se han sentado en el banquillo del Sporting, incómodo como una silla eléctrica. La mayoría de ellos tuvo un paso efímero, de tal manera que podría decirse que el club, en la última década, se ha convertido en una trituradora de técnicos que entran por la puerta grande y salen por la de la enfermería, en frase acuñada por uno de ellos. Javier Fernández no le va a la zaga a Florentino Pérez en el afán de firmar finiquitos de entrenadores, si bien en el caso de Baraja la propiedad ha aguantado al límite en espera de un milagro al que no hubo opción en el feudo del eterno rival. No fue decisión inteligente retrasar lo inevitable, pero más pronto o más tarde el Pipo ya es historia rojiblanca...

La pregunta es: ¿fallan los entrenadores, quienes los eligen, quien decide a qué jugadores se ficha o quien elige a quien ha de responsabilizarse de los fichajes? La respuesta es sencilla: el problema es el modelo. El Sporting es un club de cantera, de esos que cultivan guisantes que otros compran enlatados. Así fue siempre, en su época más gloriosa y también en los momentos de vacas flacas. Fue la cosecha de Mareo, con un entrenador de la casa, la que ofreció a la afición la alegría indescriptible del ascenso. La apuesta, aunque arriesgada, es clara: la solución inmediata es José Alberto, el ADN de la casa. Sólo la apuesta por Mareo puede convocar a concilio al panteón de héroes de la casa, a la extensa nómina de estandartes que condujeron a este club a ocupar una peana destacada del fútbol español.

Que el problema no son los entrenadores parece claro. Sólo hay que ver en qué banquillos se sientan hoy, y en qué condiciones, Rubi y Abelardo. Sólo falta que Paco Herrera ponga en un par de semanas a Las Palmas en órbita para que la directiva rojiblanca decida encomendarse al cilicio y flagelarse. Ha llegado el momento de José Alberto, aunque seguramente el club, o el director deportivo, al que ahora, en las duras y ya sin colchón ni parapeto, se dirigen todas las miras de la grada, le irá buscando un recambio. Pero habrá que otorgar al joven entrenador del filial el beneficio de la duda. Y exigir a los jugadores, tan culpables del estado ruinoso del edificio sportinguista como el entrenador destituido o la errática directiva, que se dejen de zarandajas, que compitan y que den la cara. Hace falta vergüenza torera, que no la hay, y practicar otro fútbol que no se limite al patadón: Babin para Mariño, patadón y balón para el Oviedo.

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