El Sporting ha pasado de ser un conjunto de sistema stalinista -hermético, inamovible, piramidal y hasta clasista (los fichajes tienen prioridad para jugar...)- a uno alfabético: parece que ya no hay jugadores del equipo "A", "B" o "C"; por lo visto ayer, las oportunidades se reparten por calidad o méritos, y los deméritos tendrán sus consecuencias. El Sporting de Ipurua llegó a alinear a siete jugadores de los llamados "menos habituales": A saber: Dani Martín, Espeso, Juan Rodríguez, Pedro Díaz y Pablo Pérez; más Pablo Fernández y Nacho Méndez, que salieron desde el banquillo. Y ninguno desentonó. Al contrario. Cumplieron el guión establecido por José Alberto, presión arriba y rapidez en el pase con la intención de ser fieles al mandato del himno, "siempre hacia adelante".

Guajes y fichajes -la clásica fórmula del triunfo sportinguista- despacharon un partido inmenso, en especial en la primera parte, ante un Eibar de Primera, marcando dos goles y enfriando el metal de los armeros. La faena de la segunda mitad fue de resistencia. El premio, pasar a octavos de final de la Copa del Rey por primera vez en diez años.

Este es un Sporting reconocible. No se puede entender sin que El Molinón mire a Mareo. Los chavales reciben un mensaje. No hay puertas cerradas. Ayer jugaron un partido importante, no una pachanga, y la ilusión se transmite a las piernas y a las botas. No se amilanaron y vienen empujando. Y la esperanza se traslada a la grada. La "Mareona" atronaba en el pequeño Ipurua.

Alberto Espeso tuvo un debut de lujo, tanto en defensa como en ataque. La jugada del primer gol fue para recordar. Blackman recoge una pelota dividida en el centro del campo, la manda girándose a la banda izquierda, Lod la juega con rapidez para Espeso que gana la línea de fondo y saca un centro que remata a puerta Álvaro Jiménez. Cinco segundos... Espeso, el cuarto lateral izquierdo en el rankig si lo hubiese, no olvidará su estreno con el equipo "grande".

Qué envidia me dan equipos como el Eibar, Getafe o Leganés, entre otros, que se han asentado en Primera con la mitad de la mitad de los socios del Sporting y campos menos esplendorosos cada jornada, mientras el gijonés deambula por Segunda pagando el alto precio de sus malas y reiteradas decisiones deportivas. La envidia, cuando es sentimental, suele tener un regusto de maldad, pero ayer se diluyó en la esperanza de retornar a la senda del reconocible Sporting de siempre.