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Mangas y capirotes

LFP, la mejor empresa española

El fútbol ingresará este ejercicio en las arcas públicas 1.227 millones, frente a los 1.130 del Santander

Después de que el pasado domingo hayamos vivido el hecho insólito de que la final de la Copa de Sudamérica de clubes -la Libertadores, dicen; por cierto ¿Libertadores de qué o de quién? ¿o es que José Francisco de San Martín era indígena mapuche o quechua?- , después de la celebración en el Bernabéu, decía, de éste singular partido con más comedura de coco ambiental e intensidad que calidad en el césped, se le ocurren a este ocasional escribidor algunas reflexiones sobre la edad de plenitud que vive nuestra Liga. La primera, la de haber recibido el espaldarazo internacional, la capitalidad del planeta fútbol, por decisión de la Conmebol y sus federaciones asociadas. Un reconocimiento explícito a la imagen, prestigio y organización de nuestros clubes. Y dos circunstancias más añadidas que conviene significar en este afortunado contexto. La de presentar hoy la LFP una irreprochable gestión económica y la de continuar en su empeño propagador, con su penúltima presentación en la India, para disputarle allí el protagonismo del espectáculo al cricket y al hockey hierba.

Por aclarar las cosas, es cierto que hasta hace poco más de un lustro vivíamos en el fútbol español una situación catastrófica. Dos tercios de sus instituciones deportivas estaban en concurso de acreedores, se situaban al borde del precipicio y corrían el riesgo de colapsar. Pero cinco años después están a la paz de Dios con la Hacienda pública y la Seguridad Social, han liquidado setecientos millones de euros, no tienen deuda vencida, y cumplirán con el último plazo de amortización -apenas 40 millones de euros- en 2020. Pero ni los medios de comunicación españoles, ni los aficionados, ni mucho menos los ciegos creadores de opinión han significado este milagroso esfuerzo económico. Seguimos con los viejos clichés y con el vicio de estigmatizar, ningunear y despreciar al fútbol, como actividad irrelevante o asunto de fanáticos e irresponsables. Y mientras tanto, queridos doctores, la Biblia inglesa financiera, "The Economist", lamentando que de su viejo invento -the football- se hayan apropiado los españoles con un éxito sin precedentes, basado en el reclutamiento de jugadores de más cincuenta países, en los acuerdos por los derechos de televisión con Facebook para el sur de Asia y en la intensa campaña por captar el mercado estadounidense.

Como recordatorio para esos ignorantes enciclopédicos habrá que advertirles de que el fútbol es hoy una de nuestras primeras industrias exportadoras. Tal vez la primera empresa española en compromiso social, que ingresará este ejercicio en las arcas de Hacienda 1.227 millones de euros, por encima de los 1.130 millones con que ha contribuido, por ejemplo, el pasado año el Banco de Santander, primera institución financiera en Europa. Esfuerzo a años luz -parece un sarcasmo- de los 20,3 millones de euros que pagaron aquí en impuestos durante la última campaña las grandes y doradas multinacionales: Google, Amazon, Facebook y Apple?

La LFP -insistiremos- supera hoy el 1% del PIB, aspira a lograr 4.500 millones de euros esta temporada, trabaja por elaborar un producto de consumo global, llega ya a 180 países y no es extraño que pida un mayor reconocimiento y un mejor trato fiscal. La competencia no duerme y ahí están en la pelea los estados del Golfo Pérsico detrás de los grandes equipos ingleses, los magnates rusos o la deslealtad de los equipos italianos, que pretenden acabar con la supremacía española. Un ejemplo diáfano: Ronaldo tributaba aquí en España con el 50% de sus ingresos, en Il Calcio, goza de una tarifa plana de 100 mil euros. Mientras tanto, nuestras empresas insignia: Barcelona, Real Madrid, Atlético? deben hacer un esfuerzo sobrehumano con los salarios de sus jugadores, aunque en esta deriva es casi imposible que puedan mantener el liderazgo continental.

Una cuestión más, respuesta a quienes creen que esta actividad del espectáculo futbolístico es una estructura empresarial dominada por una inflación sin freno. Lo pudo ser en el pasado. Hoy se comporta como una economía aislada en sí misma, que tiende a la estabilidad y que compensa las llamativas primas de fichaje de las estrellas del balón con la revalorización constante, en esa misma proporción, de los activos de los propios clubes: sus plantillas. Y es cierto que beneficia -siempre a los intermediarios- pero principalmente a los futbolistas y al Fisco. Al interés general y social de todos los españoles. Por ello, no conviene equivocarse. Ahí está el reto: que la gallina despreciada siga poniendo los huevos de oro.

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