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LNE FRANCISO GARCIA

Ni oro, ni incienso, ni mirra

El Sporting adolece de pegada y echa de menos la contundencia de Babin en la víspera de Reyes

Hubiera sido la víspera de Reyes jornada idónea para agitar el incensario y cantar alabanzas de una nueva victoria del Sporting en casa, ante un rival de renombre aunque venido a menos, si bien por lo visto ayer sobre el césped de El Molinón hay material en el Zaragoza para augurar el inicio de la escalada. Adelantaron el partido para no interferir en la cabalgata, lo que hacía pensar que merced a ese gesto de buena voluntad navideña habría un guiño hacia el Sporting por parte de los tres Magos. Pero ni oro, ni incienso ni mirra. Y el botafumeiro, de vuelta a la sacristía. Un poquito de magia hubiera bastado para desviar unos centímetros la trayectoria de un disparo de Djurdjevic que se fue al palo, con el portero rival batido. Pero parece que ocurrió lo contrario, que la fortuna viajó esta vez en el autobús de los maños. Sólo así se explica que, por algún infortunio inexplicable, alguien sujetara al suelo, con clavos de martirologio, los pies de Álex Pérez para que no saltara a evitar el remate franco de cabeza de Álex Muñoz.

Los agoreros de turno y el coro de plañideras dirán que el efecto José Alberto se diluye, que tras la primera derrota en feudo propio se acabaron las jornadas de vino y de rosas. Lo cierto es que el equipo adoleció, como de costumbre, de remate. Anotó un gol de churro, a la salida de un córner, en un barullo, merced al oportunismo del ariete serbio, que en la vespertina temprana de ayer tuvo opciones de haberse apuntado un triple, pero no tuvo de aliada a la fortuna, ni en el disparo al palo de la primera mitad ni en un potente cabezazo a bocajarro en la segunda que le salió muy centrado y que Cristian Álvarez desvió, pleno de reflejos.

Se notó en exceso la ausencia de Babin, un adalid del muro defensivo rojiblanco al que se valora más cuando no está, que es cuando, por comparación, se puede medir cuánto aporta. Sin ánimo de ofender, Babin con gripe tiene más presencia y más empaque que un Álex Pérez hipermineralizado con las vitaminas de Súper Ratón. La falta de contundencia de los defensores del Sporting fue ayer proverbial. Sin el de Martinica en el once, el Rey Baltasar se declaró en huelga de magia.

Tampoco el tándem del medio centro aportó en contención lo que en otras ocasiones, poco ayudados por Carmona y nada por Traver, que sigue empeñado en hacer la guerra por su cuenta. Las arrancadas del Zaragoza desde la medular siempre encontraban aire por las bandas.

Fuimos a esquilar y salimos trasquilados, y no vale la excusa de que el Sporting pudo cerrar el partido en los primeros veinte minutos. Hasta que se demuestre lo contrario, el fútbol dura hora y media.

P. D. Él no me vio -o no quiso verme-, pero por la mañana encontré a Torrecilla en la sección de zapatería deportiva de El Corte Inglés. Iba vestido de negro de arriba abajo, desde la gorra hasta las zapatillas. Mal augurio. No sé si aprovechó para mirar saldos de cara a las rebajas de enero.

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