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De luces, bocinas y adulteraciones

Reflexiones acerca de la polémica última canasta del Ourense en Pumarín

Sí, el árbitro acertó al dar por válida la última canasta del Ourense el sábado en Pumarín. Posiblemente fue lo único que pitó bien en los dos últimos minutos y medio de partido, porque la clamorosa falta a Geks no pitada, que desembocó en una antideportiva muy rigurosa a Spieth, reenganchó de nuevo a un equipo gallego que estaba a punto de salirse de la carretera. Pero esa es otra historia. No se pueden rearbitrar los partidos, y hay que reconocer el extraordinario mérito de Zamora y Vidal para meter los dos triples decisivos cuando más apretaba el sol.

Sí, el árbitro tiene que dar por válida esa última canasta. Lo que no quiere decir que fuese conseguida a tiempo. Efectivamente, el reglamento de la FIBA recoge que el final del partido lo marca la señal sonora de la bocina, en ausencia de una señal luminosa en el tablero. Elaborado cuando no existían medios técnicos para comprobar si efectivamente el lanzamiento se había producido a tiempo, lo que el reglamento quiere decir es que el final del partido lo indican los árbitros, que, como no pueden estar a la vez observando el juego y el marcador, necesitan una señal luminosa en el tablero o una acústica que les avise de que el tiempo ha expirado. Pero el partido no dura 40 minutos y la bocina. Sentido común. ¿Qué ocurre si no hay señal luminosa y la bocina no suena, por cualquier circunstancia? ¿Jugamos hasta que alguien se rinda? En las competiciones de élite, en las que se ha instalado el "instant replay"... ¿qué es lo que van a comprobar los árbitros? Evidentemente, si el reloj ha alcanzado el cero antes de que el balón abandone la mano del lanzador. Pues eso. El partido dura 40 minutos. De reloj.

Pero en la LEB no hay "instant replay". No puede haberlo porque hay muchísimos partidos que no están realizados televisivamente, y no puede ser que se use en unos casos y en otros no. Y en Pumarín tampoco se ha instalado la luz en los tableros. Luego la única referencia que tienen los árbitros en Oviedo para saber si un tiro ha sido en tiempo o no es la acústica. El sábado, todo el pabellón tuvo la sensación de que la bocina sonó con el puñal de Vidal ya por el aire. No hubo protestas, solamente una sensación heladora. Lo único que, a mi entender, hizo mal el colegiado fue correr a toda prisa hacia la mesa de anotación en busca de confirmación, en lugar de consultar con sus compañeros en pista. Un gesto inconsciente que arrojó presión encima de los auxiliares de manera innecesaria.

Pero la Federación debería mirarse otras cosas. Por ejemplo, el dislate de mandar repetir un partido desde el tercer cuarto, como ha sucedido en el Palma-Castelló, porque una canasta señalada de tres por los árbitros fue anotada de dos en el marcador. Una acción que ni siquiera fue protestada durante el juego (figúrense lo que influyó en el desenlace). Lo único que debería modificarse es el resultado final, a efectos de basket-average, de 82-86 a 83-86. Darle la oportunidad al Palma de ganar un partido que perdió sin paliativos en la cancha es una adulteración clamorosa de la competición, y un precedente peligrosísimo para una competición que ha alcanzado grandes cotas de nivel deportivo e igualdad.

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