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Quini, como ejemplo de vida

Hace un año que nos dejó y no nos acostumbramos a su ausencia

Como ya muchos han repetido, la figura de Quini será irrepetible e insustituible. Su recuerdo permanecerá imborrable, un recuerdo que nos acompañará para siempre con su nombre unido al de El Molinón. En nuestro ánimo está darle aún más contenido a esa evocación de quien ha sido un futbolista de leyenda y un ejemplo de deportista en la vida, capaz de convertir los sufrimientos en sonrisas: siempre de la mano de su Fundación tendremos la oportunidad de disfrutar en breve de un de espacio especialmente dedicado a él.

Quini nos dejó una estela de recuerdos extraordinaria. Sobre el césped, su vida estuvo bendecida por el gol, si bien fuera de él se convirtió en una continua carrera de obstáculos, a la que se enfrentó siempre a corazón abierto. Ese mismo que, en su enormidad, acabó por fallarle para dar descanso a su semblante de curtida bondad que siempre entregó a los demás, especialmente a los más desfavorecidos.

Como incipiente futbolista, luchó en sus inicios porque no le alejaran del área rival y cuando le permitieron jugar cerca de la portería contraria destacó por su portentosa capacidad rematadora. Los entorchados de máximo goleador jalonaron su carrera deportiva.

La grave lesión padecida con la selección española en el estadio de Hull City en febrero de 1972, en partido contra Irlanda del Norte, significó un duro golpe en su carrera. El codazo de un rival le apartó durante un tiempo de los terrenos de juego. Como siempre ha hecho, Quini resurgió cargado de ánimos y más fuerza.

Su salida con 30 años de edad al FC Barcelona resultó especialmente traumática para la afición sportinguista y un reto increíble para Quini tras su espectacular trayectoria en el Sporting. Doce temporadas continuadas en el club, tres "Pichichis" en Primera División y dos en Segunda, registros, como él, irrepetibles. Su salida supuso una inyección económica importante para el club. Como ha sido norma en su vida, respondió al reto con tremenda solvencia: dos "Pichichis" más acumulados en sus cuatro años en el equipo catalán.

Allí viviría un secuestro. Temió por su vida y recuperó la libertad entre lágrimas 25 días después. Su corazón le llevó a perdonar a sus captores.

Regresó a Gijón para terminar su carrera como sportinguista, desatendiendo otras mejores ofertas económicas y, cuando colgó las botas, integró la secretaría técnica rojiblanca, hasta que ajustes directivos le llevaron a tener que buscarse la vida alejado de su querido mundo del balón. Fueron años de dificultades y aprietos, pero no pudo haber más humildad en el más grande de los mitos de nuestro fútbol para enfrentarse a la situación.

Viviría también entonces el triste y heroico fallecimiento de su querido hermano Jesús. Otro duro revés en su vida.

Rescatado para el Sporting en 1994, a partir de la temporada 1995-96 desempeñó labores de delegado del primer equipo, lo que mereció el máximo reconocimiento del colectivo arbitral, de los equipos rivales y de cuantos tuvieron la ocasión de tratarle y disfrutarle. Veinte años de cercanía y presencia en su querido club. No había campo donde no le conocieran y reconocieran.

Por dos veces tuvo que enfrentarse a un cáncer que diezmó su salud, pero que nunca quebró su sonrisa. Con Mari Nieves a su lado, sufrió meses muy duros, durísimos, en los que se enfrentó con una ejemplar entereza a la cruel enfermedad? y por dos veces la venció.

En el último tramo de su vida, Quini ejerció como responsable de las relaciones institucionales de nuestro Sporting. Quizás a su pesar, pero consciente de que su figura, por encima de su humildad, era la representatividad plena de lo que debía ser el Sporting. Apegado al verde, a los jugadores, su única petición fue poder seguir compartiendo momentos con ellos, para darles el cariño y la confianza como solo él los podía transmitir. Quini lo llenaba todo, su sonrisa, sus palabras, sus bromas? nos hacían fácil lo difícil. Ahí conocimos a la persona, la entrañable persona que ofrecía todo a cambio de nada. Allá donde iba, era capaz de arroparnos a todos con su cercana sensibilidad.

Quini fue un futbolista increíble, una persona con un alma sin costuras, que nos enseñó a luchar, a respetar, a disfrutar, a ser solidarios y a ponerle letras mayúsculas al mundo del deporte engarzado con la propia vida. Él será un ejemplo a seguir para remontar las dificultades, para superar esos obstáculos que la vida va poniendo en el camino y para resurgir con más fuerza para ofrecer nuestro apoyo a los demás.

Hace un año que nos dejó y todavía no nos hemos acostumbrado a su ausencia. Sin embargo, sus consejos, su sonrisa, permanecen siempre a nuestro lado.

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