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Vendan ya, por favor

La situación deportiva del Sporting y de la propiedad de la entidad

A esto hemos llegado: un equipo sin alma, un club sin proyecto y una afición hastiada, cansada y aburrida a la que ya no le quedan ni las ganas de protestar. El Sporting que bajó a Segunda no era más que un precedente de lo que, dos años después, nos íbamos a encontrar: ninguneo a la cantera, apuestas fallidas, fichajes que vienen a pasearse y una falta de calidad galopante en un club que un año va hacia adelante (o dos) y 25 años va hacia atrás, como es el caso.

No soy optimista, admito. ¿Por qué? Porque tengo unos recuerdos lejanos de un Sporting asentado en Primera con gente de la casa al que le han ido quitando el alma y la identidad año tras año hasta convertirlo en el juguete segundón del que "disfrutan" casi 24.000 socios. Y así seguirá siendo hasta que la propiedad no se vaya, por muy buenas intenciones que existan.

Sé que me arriesgo a recibir, de nuevo, los típicos adjetivos de "populista" o a escuchar la típica frase de "es lo que quiere oír la gente", que tanto gusta en Mareo. Da igual. Desde la distancia noto una pasividad del entorno y una falta de autocrítica preocupante: desde el primero hasta el último, pasando por el reconvertido a portavoz del club, Miguel Torrecilla que, desde su púlpito, sigue dando una master class de cómo no han de sentarse las bases de un proyecto de club después de haber fichado a tres entrenadores y a 28 futbolistas en año y medio.

Y a Javier Fernández va dirigido este texto. No dudo de sus buenas intenciones porque es sportinguista (está claro, me consta porque me las ha explicado siempre que ha podido, y eso le honra), pero llega un momento en el que hay que apartarse y poner el club en otras manos. Urgen cambios porque, por acabar, se ha terminado hasta con el ambiente envidiable de El Molinón. Ver cómo le va a los sportinguistas fuera del club mete miedo: Luis Enrique en la selección, Abelardo y Urbano en el euro Alavés, Muñiz luchando por su tercer ascenso, Marcelino y Pablo Fernández Longoria en el Valencia, Emilio de Dios en el Sevilla, Alejandro Menéndez en el exilio asiático... Hasta Nico Rodríguez, que para nada estuvo acertado en su etapa en Gijón, está asentado en un Getafe instalado en puestos de Liga de Campeones... ¿Por qué? No hace mucho tiempo, uno de ellos me dijo: "Con la estructura y forma de trabajar del club actual no ficharía nunca, y mira que mato por esos colores...". Se sorprenderían quién fue el autor de la frase.

Desde Jony hasta Bernardo, pasando por Sergio o Meré. Uno piensa cómo estaría el Sporting de haber hecho bien las cosas en su día y le entra más rabia todavía. Jugadores, entrenadores, directores deportivos, gestores y hasta exjugadores. A todos les da pena, tristeza y rabia en lo que se ha convertido el Sporting. Se echa en falta algún paso adelante para denunciar esta situación en público y, como siempre, el miedo al conflicto detiene a muchos, pero en Mareo se llevan haciendo las cosas mal desde hace tantos años que urgen cambios: se precisa personalidad, hambre, humildad y frescura para oxigenar a un club que lleva sufriendo un cuarto de siglo. Y eso es demasiado.

El Sporting necesita otras ideas basadas en una nueva generación de profesionales que sepan manejar una entidad de tal calibre en el fútbol de 2019. Porque Gijón y Asturias lo necesitan y porque la espera ya dura mucho tiempo. Tanto, que algún día se acabará y será demasiado tarde. Los culpables los conocemos, se necesitan soluciones.

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