La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LNE FRANCISO GARCIA

Venga Alegría

La apuesta valiente por dos puntas le salió bien a José Alberto, pese a que el equipo, sin juego, se enfangó en defender su ventaja

Después de tres jornadas de zozobra sobre el mascarón de proa, por fin escampó. La galerna que había hecho añicos la vela sportinguista dio paso a una primavera sobrevenida. El Sporting salió vencedor de Soria con más sufrimiento que vitaminas, pero puntos son puntos y sumar de tres se le ha puesto tan caro a este equipo que merece la pena celebrarlo, aunque el juego de la muchachada rojiblanca, ayer de negro, no da para lanzar voladores. Al contrario, en el medidor de partículas de juego al Sporting es preciso aplicarle el protocolo anticontaminación: cuando hay que sacar jugado el balón desde la retaguardia, los defensas echan más humo que la chimenea de una térmica.

Tal vez alguno de ustedes recuerde aquel viejo cuplé con el que en una Nochevieja televisiva deleitó a la concurrencia una destartalada Mari Santpere. El estribillo decía así: "Venga, alegría, señores, venga alegría". Y Alegría vino a aparecer en el momento en que más se hacía necesario. La apuesta de inicio de José Alberto fue disparar con dos escopetas a Los Pajaritos; con la de repetición, con la que apunta Djurdjevic, y con una de dos cartuchos que puso en manos del jugador llegado del Rayo Vallecano.

Hasta ahora no había exhibido gran cosa desde su llegada el fichaje invernal más flamante de Torrecilla, pero ayer tuvo dos intervenciones determinantes para que el Sporting sumara una victoria terapéutica. No había transcurrido medio minuto desde el pitido inicial cuando un saque de banda en largo de Geraldes lo aguantó Álex Alegría de espaldas, protegiéndose de un rival con esa planta de jugador de baloncesto. Lo bajó y se le dejó servido en bandeja a Cristian Salvador, libre de marca, que lo llevó a la red. El partido se ponía de cara a las primeras de cambio. Después, en el 33, se sacó un centro-chut lateral que se fue envenenando según se acercaba a la portería, para colarse por la escuadra ante el estupor de compañeros y rivales. Era el 1-2 definitivo, que el espigado delantero no celebró, un poco porque vistió la camiseta del Numancia antaño y prefirió no ser desagradecido con la grada y otro poco porque el primer sorprendido por las consecuencias de la trayectoria de la volea fue él mismo.

El Sporting venció, pero no convenció. Volvió a regalar un gol por falta de atención o exceso de indolencia defensiva y apenas creó peligro. Djurdjevic, que lleva dos partidos desaparecido, apenas recibió un balón franco. Sin lanzadores, el balcánico parece un náufrago en medio del océano que se harta de dar brazadas para no llegar a ninguna parte. El recurso al patadón se ha convertido en la principal manera de conducir el esférico a la zona de ataque, de manera que los centrocampistas acaban los partidos en manos de los fisios, con tortícolis, de tanto mirar para arriba y girar el cuello de un lado a otro.

Pocas veces cosechará el Sporting tanto premio con tan escasa posesión (treinta frente al setenta del rival). Verse con ventaja tan pronto le invitó a recular y a ahuyentar el balón, alejándolo cuanto antes de las cercanías de Mariño. Se dedicó a achicar, que etimológicamente es verbo que conjugan equipos pequeños. Ni siquiera cuando el Numancia se fue arriba con todo y desguarneció su defensa, el Sporting dio un paso al frente y renunció incluso a hilar una contra definitiva. Prefirió bailar en el filo de la navaja y resistir a la numantina, si bien Mariño pasó la segunda parte como mero observador, sin mayores agobios. Tampoco tenía en frente al Bayern de Múnich.

Compartir el artículo

stats