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LNE FRANCISO GARCIA

Un ansiolítico contra la depresión

Otro gol poco ortodoxo de Alegría permite a un Sporting precipitado romper la racha nefasta en El Molinón

Dos de dos, luz de luz. Dos victorias consecutivas tras varias semanas de horror y zozobra encienden el interruptor de la tranquilidad y tienen efecto balsámico para un equipo en estado de depresión que sabe que ha llegado tarde a todos los trenes esta temporada, y en la que solo le resta acabar con dignidad, sin arrastrarse. Otra derrota en El Molinón y al palco le habría pasado por encima el mercancías de la grada.

Durante muchos minutos, sin embargo, sobrevoló sobre el césped el fantasma de la tragedia. No acertaba el Sporting a coger las riendas del partido a pesar de que José Alberto parece decidido ya a jugarse el todo por el todo con dos puntas, que es la receta de la que ha obtenido mayor rédito en estos meses de interinidad. El partido comenzó en un toma y daca, y a cada terremoto en las inmediaciones de una de las áreas le sucedía un réplica inmediata en la otra.

Con el paso de los minutos y las prisas sobrevino sobre el equipo una dolencia nueva, dispuesta a agravar el cuadro de ansiedad diagnosticado de unos meses a esta parte. La precipitación hizo añicos el esfuerzo de una defensa mejor plantada que en contiendas precedentes, a la que Molinero aporta en la banda izquierda experiencia y compromiso. Hasta Álex Pérez dejó esta vez en el vestuario las papeletas de la rifa.

Cuando parecía que El Molinón se pegaba al calzón de los jugadores como un bloque de cemento, que el campo propio dejaba de ser un fortín para convertirse en Fort Apache, donde entran y salen indios cada domingo y se llevan hasta las mantas, cuando asomaba un escenario en el que el Almería se iba arriba y el Sporting se venía abajo, presa del desconcierto y la precipitación, llegó el gol del hombre en estado de gracia, del especialista en tantos de churrero: Álex Alegría. Si sus dos primeros aciertos ante la meta como rojiblanco llegaron uno con la mano y otro con un centro al segundo palo que se envenenó ante el general asombro, el de ayer lo anotó con el hombro o con la espalda, a la salida de un córner. Lo cierto es que ese gol vale tres puntos que devuelven la calma. Y Alegría acabó otra semana con la común tristeza. El espigado delantero ejerce últimamente de ansiolítico.

Convendría, por otra parte, administrar a Djurdjevic una dosis moderada de benzodiazepinas: como la manzana de sidra, sufre ataques de vecería. A cuatro partidos buenos les suceden cuatro de echarse las manos a la cabeza. Ayer fue el cuarto de la fase nefasta: el balcánico las tuvo de todos los colores pero no acertó con ninguna de ellas, aunque no se le puede negar su permanente incordio a los centrales y su brega emboscada de guerrillero.

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