La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

serrano

Que nadie se entere

La buena relación existente hoy en día entre el Sporting y el Oviedo

Muchas veces, cada vez más, en el fútbol nada es lo que parece. Si esta semana hubiera caído un extraterrestre en Asturias para analizar el derbi, habría pensado que Sporting y Oviedo no se conocen de nada. Ni un acto conjunto de las directivas, ni una foto de los dos entrenadores, ni una acción grupal de los capitanes. Nada que venda bien nuestro derbi. Nada de mezclas. Hay que guardar bien las apariencias no se nos vayan a enfadar los de la nube en general y los de la red del pajarito (azul) en particular. Yo con aquellos no me junto. Todo por separado. Parece, en fin, que no quieren saber nada el uno del otro. Parece.

La realidad, luego, es otra que no se ve: mensajes, confidencias y excelentísima relación entre los dos clubes a todos los niveles: del palco al vestuario. Ninguno tiene problema en reconocerlo en privado. Pero escenificarlo en público es otra historia. Una pena.

Así que toca celebrar lo que escuchamos o leemos estos días, reflexiones cargadas de sensatez que retratan a los pocos que se empeñan en mantener el cuchillo entre los dientes para las cosas más normales y que, se supone, irán a menos conforme pase el tiempo. Anquela: "Oviedo y Sporting deben ir de la mano en muchas cosas, se necesitan". José Alberto: "Me encanta Anquela, viene de trabajar desde abajo, como yo". Pelayo Novo, que papó el barro azul: "Personalmente tengo mi manera de entender la rivalidad sana: no me importa lo que haga el Sporting siempre y cuando el Oviedo esté por delante. Me gustaría volver a los dos en Primera". Nacho Cases, que luchó contra la depresión rojiblanca: "Cordialidad y rivalidad bien entendida".

La región tiene un millón largo de habitantes y dos clubes históricos separados por tan solo 28 kilómetros que alumbran días tan bonitos como el de hoy. Eso es una suerte tremenda, casi única. Hay gente que viene de fuera exclusivamente para vivirlo. Sin el Sporting, el Oviedo pierde. Y sin el Oviedo, el Sporting pierde. La rivalidad fue, es y será indivisible y se cuela en familias, parejas, amigos, abuelos y nietos... Incluso hay un caso de dos hermanos gemelos que uno es Ultra Boy y el otro Symmachiarii, por irnos a los grupos radicales de imposible acercamiento. Menudo reportaje hay ahí si se dejaran.

Nunca tuvimos problemas en presumir de rivalidad y menos en semanas de derbi. Las comidas entre las dos directivas eran normales en los días previos. Ya escuchan a los veteranos: hasta se iban juntos de espicha. Todo eso cambió cuando el Oviedo se cayó por el precipicio y salió del mapa profesional. En aquellos años duros, demasiado largos, hubo bromas de mal gusto, declaraciones absurdas de dirigentes con pocas luces y maniobras que sentaron mal en el bando azul, como el hecho de que el Sporting aprovechara la debilidad carbayona para seducir a las mayores promesas y pescar en El Requexón. Me pregunto, no obstante, si el Oviedo no hubiera hecho lo mismo de haberse encontrado en una situación similar.

La herida azul fue tan profunda y el renacimiento tan fuerte que hoy, dos años después del reencuentro, todavía está abierto el paréntesis. Pero el paso del tiempo lo irá cerrando porque llegará el día en que el ruido de unos pocos no afecte y vuelva a entenderse que es perfectamente compatible presumir de rivalidad sin dejar de tenerla. Y entonces se podrán llevar adelante planes como el que estuvo a punto de salir en el pasado derbi de noviembre, abortado a última hora: los dos entrenadores y los dos capitanes dando conjuntamente en el Tartiere la rueda de prensa previa. Mientras tanto, habrá que continuar disimulando y seguir colaborando y dándose los abrazos en privado. Para que nadie se entere.

Compartir el artículo

stats