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Fiebre en las gradas

A la contra

La sensación de que la racha del Sporting es una mera ilusión en una temporada que se acabó antes de empezar

La semana en la que muere Rafael Sánchez Ferlosio el Sporting gana en Tenerife. "Matar a un hombre es algo muy duro, le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener", le dice William Munny, el personaje que interpreta Clint Eastwood en la película "Sin perdón", al muchacho que le acompaña y que cree que es algo que aún no es en su pecado de juventud. Cuando muere un escritor como Ferlosio nos deja a los egoístas lectores que somos sin todo lo que aún hubiera podido escribir, sin todo lo que hubiéramos podido leer. Ferlosio acostumbraba a escribir sentencias, breves aforismos a los que llamaba pecios, como los restos de un naufragio. Pese a la victoria en Tenerife, pese a las cinco victorias y el empate en Málaga de las últimas jornadas, uno tiene la sensación con el Sporting que está asistiendo a un naufragio y que estos últimos partidos no son más que vagas ilusiones que alargan una temporada que se acabó antes de empezar.

El viernes en Tenerife Mariño volvió a sostener al equipo en una primera parte para el olvido en la que el Sporting apenas dejó atisbos de esa seguridad defensiva que lo venía sosteniendo en las últimas semanas. Dos acciones de este primer tiempo muestran el espíritu de este nuevo Sporting que, de momento, solo tiene resultados que como en el amanecer de la película de José Luis Cuerda no es poco. La primera es la de Suso del minuto 5, el hombre del Sporting que lo marca en área propia es nuestro interior, Traver. La jugada acaba con una buena intervención de Mariño. La segunda viene ocasionada por una frivolidad de nuestro otro interior, Aitor García, que se permite un taconazo en la línea de fondo propia que acaba con Peybernes sacando un balón que se colaba. Si nuestros hombres de banda aparecen en los resúmenes de televisión en área rojiblanca en vez de en área chicharrera cualquiera puede intuir por qué lado del campo discurría el balón. El Sporting de los últimos tiempos se ha empeñado en jugar siempre con negras, intuye que es mejor dejar la iniciativa al rival y esperar la oportunidad que acabará llegando cuando tienes a un jugador como Alegría empeñado en ganar todo balón disputado y a otro como Djuka que juega con el rictus de quien juega al fútbol, pero podría estar levantándose a las cuatro de la mañana a descargar un barco en El Musel. Y el fútbol es tan caprichoso y tan imprevisible que en medio de la nada y gracias a ese balón parado que durante muchos partidos no trajo más que desgracias, llegó un gol de balonmano celebrado con la rabia de quien sabe que ese botín inesperado ya no se puede dejar escapar. A partir de ahí mejoró el equipo, ganando en templanza a medida que el rival ganaba en precipitación y el segundo tiempo discurrió sin más inquietud que la que daba la mínima ventaja en el marcador.

La segunda parte sirvió también para constatar algo que ya se sospechaba: Djurdjevic puede meter goles, pero no es un goleador. Nueve goles le contemplan, algunos de ellos auténticos golazos, pero los mano a mano con el portero se le atragantan. Si tiene tiempo para pensar la portería se le hace tan pequeña como grande el portero rival.

Y ya lo sé, la frase de "en la rula no pregunten" sirve para muchas cosas, entre otras para desarmar esta humilde columna de opinión, pero en la semana en la que se ha muerto Ferlosio le debo una mirada amarga a este mundo de optimismo resultadista que me rodea y me despido con uno de sus pecios: "Vendrán más años malos y nos harán más ciegos". Aunque el fútbol no le interesaba yo quiero creer que lo escribió a mediados de los 90 y que lo hizo pensando en el Sporting, en aquellos lejanos tiempos en los que este club se convirtió en el reverso de lo que fue y de lo que pudo haber sido.

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