La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De cabeza

El agua del río

Sobre la irrupción de Jimmy y el papel de la cantera

Un jugador de la cantera es lo más parecido a una persona que se sienta a la sombra de un árbol para ver pasar el agua de un río. Se fijará y se fijará en la corriente hasta que acepte y entienda que él mismo forma parte de ella. El árbol y el río son algo que ya estaban antes de todo y seguirán estándolo después signifique lo que signifique "después de todo". Un jugador de la cantera comprende mejor que nadie que se puede nacer de un diminuto manantial y desembocar en la inmensidad del mar. El agua del río nunca es la misma aunque lo parezca. Por algo el fútbol actual, tan ansioso de novedades, ha logrado acabar prácticamente con los futbolistas que brotan de ese manantial y llegan al mar sin cambiar de cauce.

Jimmy jugó su segundo partido de titular con el primer equipo del Oviedo y la lógica satisfacción por ver cómo se desenvuelve en el campo choca con la melancolía de pensar que algún día se lo lleve una inundación o un trasvase.

También el fútbol es víctima del cambio climático haciendo cada vez más complicado el sedentarismo.

Pero disfrutemos del momento: una de las cosas más difíciles es jugar fácilmente, no complicarse la vida ni enredar el ego entre las piernas. Y Jimmy es de los que juegan fácilmente. Más en una zona como el centro del campo, donde cualquier desliz o despiste arruina la cadena de montaje. Esa industria que se pone en marcha cuando se juega un partido tiene la particularidad de fabricar el producto deseado a través de distintos métodos. Ese producto no es otro que el gol, y al Oviedo le cuesta mucho la manufactura. Emplea demasiado esfuerzo para un rédito escaso. No solo es que la lluvia y el estado del terreno de juego empeorasen las circunstancias según pasaban los minutos (que también). Le falta al Oviedo levedad, cierta alegría. Y le sobra a veces tanto exceso de responsabilidad. Como si hubiese olvidado que, al fin y al cabo, el fútbol es un juego y no el compromiso de un candidato con sus electores. Tal vez haya formas breves de felicidad como probar a jugar más de un partido con dos delanteros y cuatro defensas. ¿Y si la cosa no resulta? Preguntarán los cautelosos. Es una posibilidad, claro. Pero la precaución viene a consecuencia del error y no al contrario.

Y hablando de errores, la ortodoxia más antigua del juego reprochará a Nereo Champagne que su gesto técnico a la hora de atrapar un balón que le venía manso no fue el más apropiado. No sé. El balón, en partidos como el del sábado, es un pez que nada a contracorriente, una esfera escurridiza que busca víctimas propicias. Champagne encajó un gol tonto, nos quedamos sin una victoria que ya masticábamos y el resultado final vuelve a abonar victimismos, decepciones y cabreos. No obstante, el portero oviedista, tras su fallo, fue arropado y animado por la grada. Si para algo está la afición es para los malos momentos.

Compartir el artículo

stats