El pasado día jueves 11 de abril recibí, junto a otras 44 personas, la medalla de oro del Real Oviedo por mis cincuenta años como abonado del club. En el acto también fueron homenajeados tres socios que cumplían, nada más y nada menos, que 75 años de fidelidad a los colores azules. Fue un acto entrañable, emocionante y lleno de oviedismo en el que los máximos dirigentes del equipo: el presidente, Jorge Menéndez Vallina; el vicepresidente, Manuel Paredes; el consejero Fernando Corral y el exjugador César Martín, tan emocionados como todos nosotros, hicieron que nos sintiéramos como en nuestra propia casa, dándonos a entender que somos una parte importante de la historia de nuestro querido equipo.

Gracias por ese trato cariñoso y sentido en ese día tan importante para todos nosotros. Del acto cabe destacar la presencia de un grupo de cinco mujeres, sin duda pioneras del oviedismo, que con una viva memoria nos recordaron historias del añorado viejo Tartiere. Y, cómo no, los tres socios que cumplieron los 75 años. Uno de los cuales, rompiendo el protocolo, en el momento de recibir la insignia, gritó un "¡Hala Oviedo!" que dejó a toda la sala con la piel de gallina.

Ha sido un honor y un orgullo recibir tal distinción, recompensa a un sentimiento, recibido de mi abuelo y de mi padre, y que yo también he transmitido a mis dos hijos, los cuales tienen ya más de 25 años de vinculación al club. También es un honor haber sido compañero en tal acto de uno de los presidentes más queridos de nuestra historia: Manolo Lafuente.

No sé en qué categoría jugaremos el año que viene. Me da igual. Tanto en Primera, como en Segunda, Segunda B o Tercera, acudir al Tartiere cada quince días es, casi, un acto religioso, y así lo seguirá siendo el resto de mi vida. Lo dicho, gracias a los máximos responsables del Real Oviedo por hacernos vivir un día inolvidable y provocar que nos sintamos partícipes de esa forma de vivir la vida que no es otra que ser del Oviedo.