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Dos en la carrera / Kilómetro 36

El Oviedo se adelanta

Con su triunfo en Almería, los carbayones acortan distancias con la promoción mientras dejan atrás a un Sporting que devalúa su racha con empates

Al final del kilómetro 36 y, por tanto, a solo seis de la meta, los dos corredores asturianos ya no corren juntos. El Oviedo supo convertir en favorable una salida complicada y el Sporting se estrelló con un empate en El Molinón contra un rival que de antemano inspiraba menos temores. La consecuencia es que los azules se acercan a dos puntos de los puestos de promoción mientras los rojiblancos quedan relegados a cuatro. Nada está decidido, porque las próximas jornadas están repletas de enfrentamientos cruzados entre los aspirantes a los puestos de cabeza, pero no cabe duda que las expectativas se han modificado. Los seguidores de este agotador maratón adivinan un rictus de sonrisa en el gesto del Oviedo, mientras el Sporting, dos pasos más atrás, aprieta los dientes. Pero sobre todo martiriza tanto como ilusiona la sensación de que la meta se ve aún muy lejos. Demasiado.

EL SPORTING SE ATASCA

La agonía del final de la carrera, cuando son tan necesarias las fuerzas como la lucidez, ha encontrado atascado al Sporting. Eleva a ocho su racha de partidos imbatidos, pero la devalúa porque ya lleva dos jornadas sin sumar victorias. Si el empate ante el desahuciado Nàstic había sonado como una clara señal de alarma, un resultado similar en El Molinón ante un Elche que no se jugaba nada resulta mucho más preocupante. Y no solo por el resultado en sí, sino, sobre todo, por la forma en que se produjo, ya que mostró a un equipo rojiblanco tan voluntarioso como atascado, tan generoso en el esfuerzo como escaso de recursos.

El cero necesario. Ante el Elche el Sporting volvió a poner de manifiesto las limitaciones de la concepción de juego que ha impuesto su actual entrenador, quizá no tanto por convicción propia como por las limitaciones de la plantilla, que ya se llevaron por delante a su antecesor en el cargo. El juego directo es, en realidad, una forma de maquillar esas limitaciones, aunque sea a base de victorias cortas y a menudo angustiosas. Los buenos resultados pasan por mantener a cero la portería propia. Un gran portero y una excelente defensa son una buena base para conseguirlo. Pero a lo sumo garantizan el cero en la portería propia. Cuando ese requisito base no se alcanza, todo se tambalea, porque al Sporting le cuesta una barbaridad no ya marcar un gol sino crear peligro ante la portería contraria. Ante el Elche disparó solo tres veces entre los tres palos. Las tres, en el primer tiempo, en el que consiguió un gol en una jugada de estrategia. En la segunda parte, Badía, el portero ilicitano, no tuvo que hacer ni una sola parada. Los dos delanteros rojiblancos no consiguieron ligar en ese periodo ni una sola jugada y del resto del equipo no surgió una solución alternativa ¿Acaso la hay? El Sporting, que en el primer tiempo había dado señales de una cierta consistencia, gracias al buen trabajo defensivo, más el acierto de Cofie y la inspiración de Nacho Méndez no solo para dar salida al balón sino también para arrebatarlo al contrario, entró en crisis. Y el Elche olfateó su oportunidad. Contaba para ello con un sabueso inigualable.

Nino, una vez más. Se llama Juan Fernando Martínez Modesto, aunque futbolísticamente responde por Nino. Tiene ya 38 años, pero en ocasiones podría pasar por 20 menos. Es un goleador de raza y pocos equipos como el Sporting lo conocerán mejor en sus propias carnes. Y no solo a nivel de primer equipo. La pasada temporada, sin ir más lejos, acabó él solito con las ilusiones del filial del Sporting en la fase de ascenso a Segunda División. Peor fue cuando, con Ciriaco de entrenador rojiblanco, frustró las aspiraciones sportinguistas de luchar por el ascenso al marcar un gol en la portería del fondo Sur, la misma que volvió a perforar ayer con un empalme de volea con la izquierda. Antes, también en esa portería, había obligado a Mariño a hacer la parada del partido. Y después le había dado un pase de gol a Xavi Torres, que lo desaprovechó. A sus años jugó la última fase del partido como delantero en punta y no estuvo precisamente de espectador. Por el contrario, fue decisivo, porque este Sporting puede ser capaz de sufrir al límite para mantener un resultado pero, como los hechos demuestran, no está hecho para remontar partidos.

Menos opciones. Con un graderío cuajado y un público entregado, el Sporting solo pudo alcanzar un objetivo menor, como ampliar a ocho la racha de partidos sin perder. El empate ante el Elche no lo descarta de la lucha (en diferido) por el ascenso. Pero se la pone más difícil. Es posible que en esa agonía se sienta más a gusto, que no más cómodo. Pronto saldremos de dudas.

PARA EL OVIEDO SALIó EL SOL

El Oviedo se acogió a la tradición según la cual el cambio de entrenador se celebra con una victoria segura. Pero, por la forma como llegó, su triunfo en Almería pareció trascender la anécdota. Y es que lo significativo desde la perspectiva oviedista fue, más que la victoria, el estilo. Al equipo de Anquela no se le podía negar intensidad y empeño. Pero esas virtudes estaban empañadas últimamente por una mezcla de infortunio y ofuscación. Con esos precedentes el conjunto oviedista que compareció en el Estadio de los Juegos del Mediterráneo pareció, por actitud, y también por eficacia, un equipo nuevo. Atribuirle a Sergio Egea capacidad taumatúrgica para lograr en solo tres o cuatro días semejante transformación esencial sería una temeridad. Pero no ha podido empezar mejor y seguro que el triunfo estimulará la ilusión del club y sus seguidores, maltratada por recientes disgustos. Y puede ser hasta simbólico que haya ocurrido en Almería, al lado del Cabo de Gata, el punto más oriental de España y, por tanto, el primero que ve salir el sol todos los días. Para el Oviedo también salió el sol después de tanto nubarrón.

Ante todo, determinación. Todo ocurrió en un partido que tenía la marca de crucial, ya que los dos equipos se jugaban lo mismo, la esperanza de poder engancharse a la cabeza de la competición. Y eso, de forma excluyente: o uno u otro. El Almería, que en las últimas temporadas se había acostumbrado a la angustia de luchar por la permanencia hasta el último partido, veía, tras sus últimos resultados en la actual, la posibilidad de confirmar un salto cualitativo. Y el Oviedo compartía semejantes ambiciones. Apenas comenzó el partido se pudo ver quién se adaptaba mejor a esas exigencias. El Oviedo tomó la iniciativa y la mantuvo. Con una presión adelantada desconectó la capacidad creadora del Almería y buscó su portería. A los 5 minutos René tuvo que hacer su primera parada, a cabezazo de Javi Hernández. A la media hora el Oviedo había lanzado cuatro saques de esquina. Y hubieron de pasar 74 minutos para que Champagne se estrenara, eso sí, de forma impresionante, al desviar un cañonazo de Chema desde el borde del área, el único peligro serio, junto con una gran jugada individual de Rioja, que fueron capaces de crear los locales.

Sin miedo a ganar. El Oviedo ofreció desde el principio la sensación de que buscaba la victoria, con un juego en el que sin duda había ambición, pero también intención. Tardó en marcar, porque, aunque creó ocasiones claras, sobre todo por parte de Berjón, no estuvo afortunado en el remate. Lo estaría, en un doble sentido, en la jugada de su gol, apenas iniciado el segundo tiempo. La inició Diegui desde la banda, arriesgando en la jugada individual, la prolongó Ibrahima con un gran movimiento para abrir hueco a la llegada de Tejera antes de pasarle el balón y la culminó este al disparar con convicción desde el borde del área. La suerte se hizo presente a favor del Oviedo en el roce del balón en el exoviedista Owona, que descolocó al portero. Pero lo más significativo de ese gol fue que el Oviedo lo recibió no como una meta sino como un estímulo, pues en los minutos siguientes, bajo el liderazgo y la inspiración de Berjón, desarrolló su juego más ambicioso. El Oviedo pareció mostrar en esos minutos que había superado uno de los temores que más le han limitado últimamente: el miedo a ganar.

Jimmy, por ejemplo. La ambición oviedista se situó, sin embargo, lejos de la temeridad. Su acierto base consistió en neutralizar al Almería. El sistema de juego, con regreso a una defensa de cuatro, estuvo al servicio de esa idea clave. Y la elección de los jugadores, también. Con alguna sorpresa, como los descartes de Alanís o Folch, que se justificaría sobre el terreno con el acierto de quienes les reemplazaron -los dos centrales, Carlos González y Javi Hernández, excelentes, borraron a Álvaro Giménez, el goleador almeriense- o asumieron funciones diferentes a las habituales. Por ejemplo, la mejor aportación del reaparecido Tejera, gol aparte, no estuvo esta vez en el aspecto creativo sino en su abnegado marcaje a Juan Carlos Real, con el que apagó la principal referencia creativa del Almería. Claro que si hubiera que elegir a un jugador azul como exponente del acierto del equipo, seguro que muchos coincidirían en señalar a Jimmy, impecable de posición, decidido y acertado en la disputa del balón, con claridad de ideas para elegir siempre la jugada más conveniente y con capacidad para llevarla a la práctica. El canterano ovetense, que lleva camino de convertirse en el gran descubrimiento azul de la temporada, puede mostrarse como ejemplo de un tipo de continuidad al que deben aspirar por exigencia de la necesidad la mayoría de los clubs de fútbol. Jimmy empezó a convertirse en necesario con Anquela, que le abrió paso al primer equipo, y, a poco que le acompañe la suerte, puede consolidarse como importante con ese Sergio Egea que, sustituyendo al jiennense, no pudo iniciar con mejor pie su regreso al Oviedo.

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