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Fiebre en las gradas

Tocado y hundido

Lo peor no es que las opciones de aferrarse al sueño del play-off sean una quimera a falta de cuatro partidos para el final de temporada, tampoco que la imagen dada en el partido contra el Lugo haya sido casi idéntica a la del resto del curso, ni mucho menos que la calidad de esta plantilla que a principios de temporada nos quisieron vender como mejor que la del año anterior diste mucho de ser la de un aspirante, ni siquiera que buena parte de los fichajes de los últimos años ya los hemos olvidado o estamos en tránsito. Lo terrible es el tiempo perdido. El tercer proyecto tras el último descenso empezará sobre el vacío. "Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria" decía el marxista de Groucho. Lo fatal es la total desorientación de no saber ni qué somos, ni qué queremos ser: ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto que decía Rubén Darío. Urge encontrarle una identidad a este Sporting para crear de una vez por todas las bases de un futuro cada vez más incierto.

No sabemos si el gestor de recursos humanos, el controlador de miles de jugadores en las Ligas griega, francesa o portuguesa, ese superhombre que en la filosofía de Friedrich Nietzsche es una persona capaz de generar su propio sistema de valores, identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder, tiene un plan para desconcertar a todo el mundo y esta temporada estaba planificada en su mente brillante y no es más que un paso previo a la victoria final que nos vendrá dada en la tercera y última etapa de su ¿proyecto? Quizá esta junta directiva con varios nombres y un solo apellido siga una estrategia definida desde hace más de 20 años de destrozar lo que un día fue un club con el que sus aficionados se identificaban, para crear otro partiendo de sus cenizas. Ignoramos si la temporada próxima seguirá un entrenador que llegó coreado por los aficionados y al que hay que agradecerle que no dijera en cada comparecencia de prensa: "Esto es lo que hay". Es imposible saber, pero sí fácil suponer, si el mejor jugador de largo de la plantilla, Diego Mariño, seguirá regalándonos paradas milagrosas o servirá para hacer caja y cuadrar unos números con los que sacar pecho en la próxima junta de accionistas. Es una incógnita vaticinar si el año que viene habrá una apuesta definitiva por Mareo. El décimo puesto en el que nos encontramos ahora, a 22 puntos de Osasuna y a 14 del Rayo Majadahonda, que marca el descenso, indican que si se hubiera apostado por la casa el resultado no hubiera sido muy distinto y habrías fogueado jugadores que ahora tendrían experiencia en la categoría. No se nos está permitido saber si algún ojeador puede hacer un paso por la Segunda B y encontrar un jugador como Enric Gallego que después de cuatro meses sin jugar en Segunda División ha visto como esta semana le arrebataban un "Pichichi" que se había ganado a base de 15 goles en la categoría.

Más de 16.000 personas un sábado a las cuatro de la tarde en El Molinón contra un Lugo que se jugaba el descenso a Segunda B y un Sporting que trataba de arrastrar la agonía una jornada más demuestran el potencial de este club y su grandeza. La afición es paciente y va a seguir siendo del Sporting en Segunda, en Segunda B o en Tercera; como sucedía con la mili: la fidelidad a unos colores se les supone. Este es el principal aval de este club, pero mal empleado puede parecer también su mayor castigo. Parece que le otorga carta blanca a la junta directiva para hacer lo que quiera si a fin de cuentas y pase lo que pase, temporada tras temporada se bate el récord de abonados.

Toca reflexión por parte de los que mandan, toca que piensen, que mediten con la almohada lo que van a hacer los próximos meses porque como cantaban Fito y sus fitipaldis "este mar cada vez guarda más barcos hundidos".

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