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Dos en la carrera / Kilómetro 39

El Oviedo vuelve a soñar

Mientras el Sporting se desfonda, el equipo azul recorta distancia con la frontera de la promoción de ascenso

A la vista ya de la meta, la maratón de Segunda entra en su fase decisiva, en la que es fundamental mantener el ritmo, porque los tropiezos o los desfallecimientos no dejan margen para la recuperación. El kilómetro 39 ha sido muy diferente para los dos corredores asturianos. El Oviedo logró salvarlo a todo ritmo. El Sporting, en cambio, flaqueó. Con su derrota en Zaragoza queda prácticamente descartado para meterse en los puestos que dan derecho a jugar el play-off. Para el Oviedo, en cambio, la jornada 39 no ha podido ser más fructífera. Antes de empezarla estaba a cinco puntos del sexto puesto, que marca la frontera de la promoción de ascenso. Después de concluida (Albacete-Granada al margen, que se juega mañana, y que además no le afecta) se encuentra a tres. Y queda a solo uno del otro aspirante a la sexta plaza, el Deportivo, derrotado en Lugo. Olvidado el descalabro de Málaga, el Oviedo vuelve a soñar.

AL FIN, EL OVIEDO LOGRA LO NECESARIO

Tras encadenar cuatro empates consecutivos en su campo, el Oviedo logró al fin una victoria en un Carlos Tartiere que se le esté volviendo cada vez menos hospitalario: a un partido que, como atractivo especial, ofrecía el señuelo de mantener viva la esperanza de alcanzar un puesto en la promoción, solo asistieron poco más de diez mil espectadores, o sea, un tercio del aforo y menos de la mitad de los abonados. Los más fieles en el campo y los más tibios por la televisión pudieron asistir al acontecimiento de que el Oviedo volviera al fin a lograr lo necesario. Un logro que, a medida que avanzara la tarde, aumentaría de valor con los resultados de Cádiz y Lugo.

Incómodo y conservador. No le resultó fácil. En la actual Segunda División nada lo es, a fuer de igualada. Solo hace falta observar lo apretado de los resultados. Y si, además, los equipos implicados se la juegan, las dificultades aumentan. Es el caso del Numancia, que de aspirar no hace mucho a los puestos altos de la tabla ha pasado a verse implicado en la lucha por eludir el descenso. Para saltar al Carlos Tartiere, López Garai, el entrenador soriano, prescindió de Diamanká, quizá anárquico, pero sin duda atrevido y hasta brillante, como había podido comprobar el Oviedo en el partido de ida, y apostó por un centro del campo muy poblado y poco aventurero. Dio la sensación de que al Numancia le satisfacía el objetivo del empate. En la práctica, como ocurre tantas veces, la falta de ambición fue lo que le acabó perdiendo. Tras convertir el partido en incómodo para el Oviedo, el equipo soriano se autocastigó con un grave error, que, para mayor escarnio, cometió uno de sus mejores jugadores. El balón que Carlos Hernández aprovechó para marcar el gol oviedista no provino de un compañero sino del numantino Villalba, quien, al tratar de despejar desde la banda, metió un auténtico centro contra su propia portería, con el agravante de que pilló descolocados a los defensores, que habían iniciado la salida tras haber despejado el saque de esquina que había provocado Ibrahima.

Insistencia y resistencia. Ese gol vendría a ser el premio a la insistencia del Oviedo, aunque fuera más perseverante que lúcida. El equipo de Egea se diferencia poco del de Anquela en su forma de jugar. La intensidad continúa siendo la clave. Su limitación, la falta de inspiración en el ataque. Berjón no logra recuperar su mejor forma y el equipo lo acusa muchísimo, pues, sin la aportación de su capitán, crea pocas ocasiones de gol. Ante el Numancia los oviedistas solo remataron tres veces entre los tres palos. Pero esta vez tras adquirir ventaja no incurrieron en el bajón que tantas veces les castigó. Lo más que consiguieron los sorianos, cuando por necesidad se decidieron a atacar, fue colgar varios centros sobre el área, que solventó Champagne con salidas tan decididas como seguras. Fue su aportación más comprometida porque el Numancia solo logró disparar dos veces a puerta, ambas sin peligro.

Con cuatro de casa. Viti se llevó la ovación de la tarde cuando fue sustituido por Omar en el minuto 84. La había merecido después de haber derrochado esfuerzo y de haber mostrado a lo largo del partido iniciativa y calidad, que potencian su buena condición física. Demostró que su entrada en la alineación titular para sustituir a un Bárcenas en crisis estaba justificada. Que en esa formación empiece a ser normal que coincidan, como ayer, hasta cuatro jugadores de casa es, en principio, una buena noticia para el Oviedo. Más, cuando se constata sobre el terreno que nadie les regala el puesto. Diegui Johannesson sigue aportando desborde y amplio recorrido, no solo por su banda, como en una gran jugada en el minuto 79 que no logró culminar Bárcenas. Jimmy ha mejorado el centro del campo azul con su precisión en el pase y un excelente sentido posicional que es una cualidad infrecuente, sobre todo en jugadores jóvenes. De Berjón, en fin, no se espera que juegue bien sino que recupere la excelencia. Esa significativa presencia de jugadores asturianos es un aliciente más de cara al reto en el que se mantiene el Oviedo en este final de temporada, no por difícil menos atractivo e ilusionante.

ZARAGOZA, DESPEDIDA DEL SPORTING

La capital aragonesa no se le da bien últimamente al Sporting. En la temporada pasada se despidió allí de sus aspiraciones a conseguir el ascenso directo a Primera y en esta acaba de dejar junto al Ebro sus últimas esperanzas de alcanzar la promoción. En una y otra temporadas el Zaragoza ejerció de implacable verdugo del equipo gijonés, al ganarle los cuatro partidos, a despecho de su propia situación, que en los últimos tiempos ha llegado a ser muy desairada. De hecho, el triunfo del viernes sirvió al equipo aragonés para garantizar su permanencia en Segunda División, categoría en la que lleva las seis últimas temporadas. La alegría de la afición zaragocista ante logro semejante, realmente menor para el potencial de un club que llegó a conseguir títulos nacionales y europeos, estuvo lejos de aliviar, sin embargo, por más que la relativizara, la decepción de los seguidores del Sporting ante la consumación de un nuevo fracaso en una temporada más.

Un disgusto evitable. Del disgusto de La Romareda lo que más pudo doler a los rojiblancos fue seguramente la sensación de que resultó evitable. Por dos veces el Sporting se situó por delante en el marcador, gracias a sendos aciertos -meritorios los dos y el segundo, espléndido- de Lod, que se reveló inesperadamente como un hombre de área. Pero esta vez la defensa rojiblanca no estuvo a la altura de otras ocasiones. Babin hizo poco menos que de espectador en el remate de Álvaro que supuso el primer empate zaragocista y la defensa sportinguista falló en bloque en el córner del que el Zaragoza sacó el segundo gol, con mención especial para el refuerzo ocasional de Alegría. Pero no fue solo la defensa la que falló. El Sporting no supo cerrar las bandas, por las que llegaron los otros dos goles maños, y, sobre todo, recayó una vez más en su conocido defecto de no lograr conservar la posesión del balón. La jugada del minuto 58, en la que los rojiblancos lo sacaron jugado desde atrás y, con incontables toques, lo mantuvieron en su poder durante muchos segundos constituyó toda una sorpresa por inhabitual. Pero no dejó de ser una excepción. Poco después el Zaragoza marcó su segundo gol y el Sporting se vino abajo en la misma medida que se creció su rival. En cinco minutos los rojiblancos pasaron de ir por delante en el marcador a ser sobrepasados. Y ya se sabe que su especialidad no es precisamente la de ser capaces de remontar. En La Romareda se pudo comprobar una vez más

Y sin embargo. El resultado fue particularmente cruel con el Sporting, que encajó la mayor goleada de la temporada. Y lo fue porque tuvo opciones para mejorarlo. Le perjudicaron algunas decisiones arbitrales. El VAR no hubiera dado por válido el cuarto gol del Zaragoza, ya que Biel centró desde fuera del campo, como mostraría luego la televisión. Y quizá hubiera indicado al árbitro que la carga a destiempo de Guitián a Alegría en el minuto 88 había merecido ser castigada con penalty. Pero la rectificación de esas jugadas no hubiera servido para dar la victoria al Sporting, el único resultado que teóricamente le valía. En cambio, sí fue seguramente crucial la jugada del minuto 27, en la que un Djurdjevic que por ganas y por fuerza pasa por su mejor momento desde que llegó, se filtró por el centro de la defensa rival y, al encarar a Cristian Álvarez, chutó con decisión. Si el portero argentino del Zaragoza no hubiera hecho entonces la parada del partido, desviando el balón con la punta del pie, el signo del encuentro quizá hubiera sido otro.

Un lujo en la portería. Claro que en la portería de enfrente Dani Martín ya se había hecho notar a esas alturas con intervenciones de mucho mérito. Se mantendría en esa línea durante todo el encuentro, pese a lo que puedan sugerir los muchos goles zaragocistas. Se sabe desde hace tiempo que Mariño, uno de los jugadores fundamentales del Sporting, tiene un gran sustituto. Cada vez que a Dani Martín le dan la ocasión de probarlo, lo demuestra. Es muy bueno bajo los palos y sale por arriba y por abajo con tanta decisión como eficacia. Y si Mariño juega muy bien con los pies, Dani no se queda atrás, si no lo hace incluso mejor. Contar con dos porteros semejantes sería un lujo para cualquier equipo. El Sporting tendrá que saber gestionar esa situación para que la oportunidad no se le convierta en problema.

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