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Alberto Menéndez

Temor al último minuto

De nuevo un fatídico último minuto impidió ayer al Oviedo hacerse con los tres puntos en juego por primera vez en el Carlos Tartiere desde el inicio de la temporada. Pero así y todo lo que quedó patente en el partido ante el Numancia es que el equipo que entrena ahora Javi Rozada no tiene nada que ver con el de su antecesor en el vestuario, Sergio Egea. Los azules han perdido muchos puntos en los instantes finales de los encuentros, pero las sensaciones que traslada el conjunto azul han cambiado radicalmente en las últimas semanas. Una victoria y dos empates en siete días no es mal bagaje deportivo para un conjunto que ocupa el farolillo rojo de Segunda por deméritos propios a lo largo de la primera fase de la Liga.

Para no verse castigado de nuevo con un gol en contra en el minuto 90 y perder así puntos indispensables para salir de la zona peligrosa de la clasificación en la que se encuentra, lo que tiene que hacer el Oviedo es no jugar con fuego. Y cómo se consigue eso tan fácil de reseñar pero tan difícil de lograr, pues, sobre todo, aprovechando las ocasiones de gol que ahora sí generan los pupilos de Rozada y que hace no mucho les costaba una barbaridad crear. Los oviedistas tuvieron ayer ocasiones de sobra para marcar el segundo tanto que les hubiera permitido disputar con cierta tranquilidad la última parte del partido ante los sorianos, quitándose así de encima la pesada losa del temor a ver su portería perforada cuando el árbitro está a punto de pitar el final de la partida.

El Oviedo tuvo controlado el encuentro durante muchos minutos. Consiguió ahogar a los de Luis Miguel Carrión. Los azules imprimieron a sus acciones una velocidad más que los castellanos y se mostraron mucho más imaginativos. Por encima de todos Saúl Berjón, que aprovechó a las mil maravillas ese movimiento rápido de balón a cargo de sus compañeros (aunque también es cierto que con ciertas facilidades dadas por defensores sorianos) para protagonizar una actuación estelar. A destacar sobre todo una jugada en el segundo tiempo en la que el capitán azul dejó sentado al lateral derecho en dos ocasiones en un palmo de terreno adentrándose en el área rival y facilitando un gran centro que aprovechó Tejera para disparar con fuerza en primera instancia y con colocación en una segunda oportunidad, lanzamientos a los que respondió con dos grandes paradas el exportero oviedista Dani Barrio. Una jugada esta que mereció por su belleza y precisión que hubiera acabado en el tanto de la tranquilidad azul. El cambio a mejor del Oviedo no es fruto de la casualidad o solo de la capacidad del nuevo técnico azul para insuflar ánimos a sus pupilos. No, Javi Rozada ha sabido colocar a los jugadores a sus órdenes de forma distinta a como lo hacía Egea y con modificaciones arriesgadas siempre en cada nueva alineación. Así, por ejemplo, se ha producido un cambio de posición tan llamativo como el de Sangalli, que en los dos últimos choques ha cubierto toda la banda derecha partiendo desde las labores defensivas. Seguro que el entrenador azul seguirá buscando alternativas, sobre todo, para fortalecer adecuadamente la retaguardia oviedista.

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