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Un derbi con el agua al cuello

Al equipo que pierda le costará mucho levantarse

El Real Oviedo y el Sporting llegan al derbi con el agua al cuello. El castellano es un idioma rico en expresiones, y la precaria situación en la que se encuentran ambos equipos puede describirse con muchas de ellas. En la cuerda floja. Al filo de la navaja. Llueve sobre mojado. A perro flaco todo son pulgas. Están en el barro, en el pozo. Los dos quieren ver la luz al final del túnel, y qué mejor que hacerlo ante el eterno rival.

El partido llega cuando están a cada cual peor, tras perder claramente ante Huesca y Numancia. Dependen por completo de la calidad de los jugadores de casa, Saúl Berjón en el caso de los azules, Manu García, que no estará, en los rojiblancos. Son los que tienen que sacar las castañas del fuego. Su ausencia en algunos partidos ha sido determinante, porque en líneas generales, las dos plantillas están faltas de calidad, salvo honrosas excepciones (¿Por qué nadie hizo jugar a Borja Sánchez antes en el primer equipo?).

Aunque sea una obviedad, hay que repetirlo: el que pierda el partido saldrá muy debilitado, casi moribundo, y le costará mucho volver a levantarse. El Oviedo tiene una defensa de cristal, un centro del campo de escaso control y una línea atacante de buen nivel para la Segunda División, con Sangalli y Ortuño en buena forma. Para los carbayones, cada acercamiento rival se convierte en una ocasión, defender es un suplicio, una tortura, una casa de los horrores que provoca temblor en los jugadores. El balón, cuanto más lejos del área propia, mejor. Afortunadamente, al Sporting le cuesta un mundo hacer un gol.

Por eso, los aficionados esperamos una salida en el derbi parecida a la del año pasado en casa, cuando se ganó 2-1 controlando el encuentro en todo momento. Al ataque desde el inicio, a sembrar las dudas en el rival, para no tener que centrarse en los temores propios. Presionar arriba -algo que es seña de identidad de Javi Rozada- y tener el partido en el campo contrario la mayor parte del tiempo. Sin complicaciones, porque cada vez que los defensas locales quieren sacar jugado el balón, sudores fríos recorren las frentes de los aficionados.

En el mundo de los ciegos que es este año el fútbol asturiano, el que sea tuerto por un día será rey del Principado durante toda la semana. Porque en breve llegará otro partido, y pase lo que pase, ninguno estará para tirar cohetes.

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