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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Partituras, virutas de chocolate y lanzamientos de falta

Los planes de Óscar García en su debut con el Celta y la respuesta de Messi

La poetisa y novelista canadiense Margaret Atwood dice que una partitura no es música hasta que alguien la toca. Una partitura es solo una receta. Sin embargo, hay que imaginar que la partitura suena en la cabeza del compositor antes de que alguien la toque, y se supone que suena bien. ¿Ocurrirá lo mismo con las partituras de los entrenadores que llegan a sus equipos con la cabeza llena de maravillosas melodías? ¿Qué sonaba en la cabeza de Óscar García, el nuevo entrenador del Celta de Vigo, cuando debutó con su equipo en el Camp Nou? En tres o cuatro entrenamientos, Óscar García escribió una partitura y, en la jornada de Liga anterior al irritante parón por los partidos de la selección, sus jugadores la interpretaron en el solemne teatro del Barça. En ese momento, la partitura de Óscar García se hizo música y los espectadores movieron los pies (unos de satisfacción y otros de puro nerviosismo) porque todo sonaba muy bien. Pero? llegó Messi para interpretar su partitura de siempre y la música del Celta se trasformó en una marcha fúnebre.

Una partitura es una receta y las palabras son marcas negras en páginas en blanco hasta que alguien las lee y se convierten en un libro. Así, de esta forma tan hermosa, habla Margaret Atwood. Pero del mismo modo que toda metafísica se derrumba en la sala de espera de un hospital o tras deprimentes partidos como el Oviedo-Sporting del pasado domingo, la poesía se cae a pedazos cuando se topa con un lanzamiento de falta de Messi. Adiós partitura. Se acabaron las marcas negras en páginas en blanco que al ser leídas se convierten en un libro de estilo para puntuar en el Camp Nou. ¿Es justo que Messi gane partidos a golpe de libres directos mientras que músicos como Óscar García se pasan las noches en vela buscando inspiración para escribir una bonita partitura? ¿Qué más da que los jugadores del Celta interpreten disciplinada y competentemente la partitura de su entrenador si el concierto fracasa en cuanto Messi inicia su ritual de apareamiento con el balón? ¿De qué sirve llenar las páginas en blanco con marcas negras si en el momento de transformarse en libro el balón ya está en la red y Messi anda por ahí celebrándolo con sus amigos? ¿Para qué escribir partituras y convencer a los músicos para que la toquen en un concierto? A veces, el fútbol parece injusto, un fastidioso juego en el que un solo futbolista puede hacer que un concierto fracase sin apenas moverse del pico del área, un desperdicio de tiempo y partituras que nada pueden con el pie izquierdo de uno de los pocos argentinos que habla poco y dice mucho.

Supongo que Óscar García, los jugadores del Celta y la afición viguesa se fueron a dormir después del partido en el Camp Nou con la sensación de que no habían ido allí a luchar contra los elementos, sino a jugar al fútbol. Pero despachar los goles a balón parado de Messi como si fueran el producto de un día más en la oficina sería, en palabras de Rajesh Koothrappali, el astrofísico indio de la serie "Big Bang", como decir que el sexo estropea la amistad o que las virutas de chocolate estropean un helado.

Los goles de falta de Messi, como el sexo o las virutas de chocolate, nunca pueden estropear nada. Ni siquiera una partitura bien escrita. Un gol de falta también puede ser poesía, e incluso podernos ver a Messi como un músico que interpreta sus propias partituras. Pero, si lo prefieren, el Messi que destrozó la partitura de Óscar García es ese futbolista que cumple con la máxima de Woody Allen que sostiene que el ochenta por ciento del éxito consiste en presentarse puntualmente a la cita. A la cita con el gol, por supuesto. O puede que el secreto del éxito de Messi sea el que ya desveló Cary Grant: levantarse por la mañana, acostarse por la noche, y en el medio dar lo mejor de sí mismo. Sexo, virutas de chocolate, puntualidad y dar lo mejor de uno mismo en los lanzamientos de falta. Fin del partido. Aplausos. Pero no olviden aplaudir también a los músicos del Celta y, por si acaso, no tiren a la basura la partitura de Óscar García.

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