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La tregua

Sobre las sensaciones tras la derrota azul en Las Palmas

Supón que te aferraste a lo que dijo el míster. A que había que ganar el mayor número posible de partidos antes del parón de navidad. Una victoria no es un cambio de rumbo pero al menos es una tregua. Recuerdas aquella otra tregua de tus años más jóvenes, la de la novela de Benedetti: Martín conoce a Laura, Martín está con Laura, Martín lo deja con Laura. Pero el recuerdo de sus días juntos le hace pensar que su vida no fue la monotonía que le dicen todos que es. ¿Y si todo lo hiciésemos por huir de esa monotonía? Es domingo, dilatas el café de después de comer todo lo que puedes. Es otoño y el otoño te invita a tratar el sofá como si fuera una trinchera. Dilatas el café, dije, porque es domingo y quieres que el partido empiece con el sabor del café aún en la boca. ¿Y si el míster tuviese razón y en el partido contra Las Palmas conociéramos a Laura, estuviésemos con ella, y a diferencia de la novela, nos quedásemos para siempre con ella? Pero no va a ser posible porque los canarios han marcado su primer gol y tu equipo es como si no estuviese. Tanto repite el míster lo de ser valientes que va a ser el único papel seco de todo lo que se dice en el Oviedo. Y mira que se dicen cosas últimamente. Pero una tregua es un hecho y no un deseo. Llega Las Palmas a ganar por tres a cero y te sorprende la normalidad de todo: la normalidad de tomar otro café en contra de tu costumbre y la normalidad de no hacer el más mínimo comentario sobre lo que estás viendo. También somos de un equipo porque , en tiempos de guerra, seguir a unos colores es como si las balas fuesen de espuma. Y hay guerra. Siempre hay guerra. La guerra es la monotonía, la incapacidad para cubrir tus propias expectativas. Por eso una victoria, una victoria que no va a ningún lado pero que a ti te parece el alto al fuego de aquella navidad en 1914. Y sabes lo mucho que le queda por rodar al balón pero empiezas a equivocar esperanza con ingenuidad y no te gustan las escenas repetidas, los errores repetidos, las justificaciones repetidas. Te fijas en las buenas rachas de los rivales y te ves como el desgraciado que desea vivir una vida que no sea la suya. ¿Cómo era aquello de que el fútbol nos debía una? Pero el fútbol cada vez está más programado para vivir del olvido. Por algo el amigo que te escribe al teléfono es una especie en vías de extinción: su búsqueda de fotos y jugadores antiguos es otra forma de prolongar una tregua. ¿Es verdad eso de que cuanto más te gusta el fútbol menos ganas tienes de verlo? Ganar al Rayo, ganar al Rayo. Todo se vuelve tan elemental y previsible que basta con ganar. Y ganar es conocer sólo a Laura. Ni siquiera preguntarle por sus libros y sus películas favoritas. Si es de Nacional o de Peñarol.

Supón que te aferraste a lo que dijo el míster. Hay que hacerlo. No te avergüences por ello. Ya la realidad viene a menudo con su parte afilada.

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