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Dos en la carrera / kilómetro 18

Apretando los dientes

El Oviedo vuelve a la victoria y sale de la zona de descenso mientras el Sporting, pese a su falta de gol, apunta mayor ambición

Tras la decepción del kilómetro anterior, tanto mayor en cuanto que se acumulaba a la no menos decepcionante trayectoria anterior, los corredores asturianos de la maratón de Segunda se enmendaron en el tramo correspondiente a la jornada decimoctava. Como poco, se les vio apretar los dientes para no quedar atrás. El Sporting, negado ante el gol por cuarto partido consecutivo, solo logró empatar en Anduva, pero la ambición que demostró, y también sus mayores merecimientos, mejoraron el sabor de boca que habían dejado sus continuadas decepciones anteriores. Más entidad tuvo el logro del Oviedo, porque los tres puntos que sumó ante el Rayo tuvieron el premio adicional de permitirle abandonar los puestos de descenso de la clasificación.

EL OVIEDO SUFRE Y GANA

El Oviedo logró ante el Rayo Vallecano un objetivo fundamental, como era volver a la senda de la victoria, que había abandonado en la jornada 13 después de haber vencido (4-2) al Girona en el Carlos Tartiere. Su triunfo no fue brillante, pero sí merecido. Tuvo un valor añadido que lo consiguiera ante un equipo también apremiado por la necesidad, pues al Rayo Vallecano, que inició la competición como uno de los favoritos al ascenso, los resultados de los últimos partidos le han llevado a Urgencias, donde no sería extraño que le recetaran como remedio el relevo de su emblemático entrenador, Paco Jémez. El del Oviedo, Javi Rozada, puede, en cambio, de momento, respirar a fondo, no en vano puede sacar la cabeza por encima de la línea de flotación.

E Un triunfo de atrición. Es bien sabido que en el fútbol se utiliza mucho la terminología bélica. Cada partido es una batalla, en la que los equipos plantean estrategias y utilizan tácticas para llevarlas a cabo. Y hay tiros, disparos y cañonazos. Algunos encuentros son un paseo militar y otros se convierten en una guerra de desgaste en la que la eficacia depende más de la capacidad de sufrimiento para aguantar que de la brillantez para aplastar al adversario. A esas guerras, largas y opacas, se las denomina "de atrición". Y así fue el partido del Oviedo ante el Rayo. Lo inició de forma fulgurante, con un gol a los 28 segundos. Pudo sentenciarlo a su favor, o casi, dos minutos después, si Sangalli hubiera sacado el rendimiento que reclamaba el centro desde la izquierda que le dejó solo ante Dimitriesky. Que el Rayo empatara poco después, tras un grave fallo de Arribas, pareció un castigo proporcionado a aquel error. Y el Oviedo entró en una fase de sufrimiento, parecida a la de tantos partidos de esa temporada. Pero esta vez sería un sufrimiento sin desfallecer. Esa fue la diferencia. El segundo tiempo del Oviedo fue oscuro pero eficaz. Su defensa, con un Arribas recuperado de la depresión de su grave error inicial, no concedió más oportunidades al Rayo, que en el segundo tiempo acabó resignándose a ojos vista a dar por bueno el empate. La presión del Oviedo, fruto del sacrificio y la constancia, parecía opaca, con más imprecisiones que aciertos brillantes. Mandaba en el juego, con más constancia que inspiración. Pero esa fue la base desde la que, de pronto, encontró una ventana para asomarse al triunfo.

E Nieto fue el hombre. Una vez más se echaban en falta la imaginación y la calidad de Saúl Berjón. Pero esta vez el Oviedo contaba -seguimos con el lenguaje bélico- con un arma que ya no es nada secreta. Se llama Juanjo Nieto y, aunque juega de defensa, es uno de los mejores recursos ofensivos con que cuenta el equipo. Ha tardado en poder demostrarlo, pues fue una de las víctimas de la derrota en el Carlos Tartiere ante el Elche (0-2), que le costó el cargo de entrenador a Sergio Egea. A raíz de ese partido Nieto entró en el congelador, en el que permanecería siete jornadas. Salió de él para contribuir de forma decisiva al triunfo oviedista en Albacete. Ante el Rayo fue más decisivo todavía. Marcó a los 28 segundos de partido un gol estupendo, en el que a su buen entendimiento con Sangalli añadió la habilidad necesaria para recortar a Mario Suárez y la precisión para ajustar el disparo al ángulo corto. Y en minuto 79 tuvo la decisión y la frescura física necesarias para irrumpir entre dos defensas del Rayo, robarles el balón y provocar el penalty que, Ortuño mediante, le traería al Oviedo esa victoria por la que luchaba pero que no sabía cómo conseguir.

E El VAR lo arregló. Esta vez el Oviedo tuvo motivos para alegrarse de la implantación del VAR. Si no lo hubiera, el penalty no se hubiera pitado y Nieto, en vez de renovadas felicitaciones, se hubiera llevado la tarjeta amarilla que Pulido Santana le enseñó por salir volando tras pasar por delante de Catena. Al hacerlo el árbitro canario se precipitó de forma más que imprudente. Ya que contaba con una instancia superior para resolver dudas, pudo esperar a conocer su dictamen. Las imágenes de televisión ya anticiparon cuál iba a ser el fallo, pues mostraban con toda claridad como Catena alargaba el pie para interrumpir la carrera de Nieto y que la caída de este era cualquier cosa menos una simulación. El árbitro mantuvo la tarjeta, pero hubo de cambiar el destinatario, que ya no fue Nieto, sino el defensa vallecano. Y Ortuño seguro que bendijo la oportunidad de terminar con su particular sequía goleadora. Le bastó para ello con tirar al medio de la portería.

El sporting, bajo cero

En Miranda de Ebro el Sporting pareció ofrecer una cara diferente de la de las últimas jornadas. E incluso se puede admitir que se comportó realmente de otra manera. Pero consiguió lo mismo que en partidos anteriores, que es mucho menos de lo que necesita. Sigue bajo un signo, el del cero, que se le agranda partido a partido. Ya son cuatro consecutivos los encuentros que lleva sin marcar un gol y esa ineficacia le condena a estancarse, o casi. De los últimos doce puntos que ha disputado solo logró retener dos. Ha dejado de correr para avanzar a la pata coja. Así se va hundiendo en una cola de la que no saldrá si no logra alargar la zancada. Y luego mantenerla, claro.

E Un cambio según se mire. Hace una semana se pensaba que conseguir tal cambio sería tarea que se encomendaría a otro entrenador. Pero José Alberto consiguió una prórroga de confianza por parte del consejo. Las circunstancias hicieron que la prueba se convirtiera en más exigente. A Miranda de Ebro viajó con bajas supuestamente importantes para enfrentarse a un rival al que el partido le ofrecía la oportunidad de poder meterse, si ganaba, en los puestos de play-off, todo un señuelo para un recién ascendido. El cuestionado entrenador del Sporting tuvo el mérito de hacer de la necesidad virtud. No solo sacó al campo un equipo rejuvenecido y con la impronta de Mareo reforzada -Pedro Díaz, Gragera, Bertín-, sino que consiguió que jugara de una forma más atractiva: mejor colocado en el campo, con mayor ambición ofensiva, incluso con algo más de remate. No fue suficiente, sin embargo, para doblegar a un rival que en ningún momento renunció a luchar también por la victoria. Desde el punto de vista de los intereses inmediatos del Sporting, que pasan por sumar de tres en tres, los efectos del cambio fueron insuficientes. Pero si alguien -los dueños del club, por ejemplo- quisiera hacer una valoración menos contingente del papel del entrenador, quizá se fijase en la evidente entrega que mostró el equipo, algo que no suele ocurrir cuando hay un déficit de liderazgo. La plantilla parece estar con José Alberto y ese debe ser su principal activo de cara a su permanencia en el cargo.

E Ocasiones hubo. Los dos equipos tuvieron ocasiones para lograr la victoria. Las del Sporting las frustró el acierto de Limones, el portero del Mirandés, que hizo dos paradas extraordinarias. Una en el primer tiempo, a disparo de Manu García. Y otra en la segunda parte, a tiro de Pedro Díaz desde fuera del área. Las imágenes de televisión permitieron ver que el disparo del medio gijonés iba dirigido a la mismísima escuadra. Limones no hubiera llegado a aquel balón si antes de iniciar la estirada no hubiera dado un par de pasos hacia su izquierda para reducir la distancia del vuelo. Así hacía Iríbar, nada menos. Mariño, que salió muy bien, incluso fuera del área y lució su buena pegada, no necesitó, en cambio, hacer grandes paradas bajo los palos porque las mejores ocasiones del Mirandés se frustraron por mala puntería. Así, Íñigo Vicente culminó una gran jugada de Marcos Andrés con un tiro ajustado al poste, pero por fuera, y el propio Marcos Andrés cruzó demasiado el balón en dos ocasiones propicias en el segundo tiempo. Aunque la oportunidad más clara para apuntar bien la tuvo Aitor García en el minuto 30, en un pase Pedro Díaz que le situó ante Limones, que salió a su encuentro fuera del área. El improvisado delantero en punta del Sporting golpeó con demasiada fuerza aquel balón que botaba ante él y lo mandó por encima de la portería.

E Dos vicegoles anulados. El partido dejó para el recuerdo la rareza de dos vicegoles anulados o anulables. El primero, en el minuto 67, en un largo acoso del Sporting, en el que Limones atajó un remate de chilena de Bertín, mandándolo al larguero para que, a continuación, Manu García no acertara a remachar el gol a boca de puerta, mandando el balón en dirección al portero, que quedaba a un lado. Lo sorprendente fue que, justo entonces, el árbitro pitó falta a Manu García por una disputa por alto a Carlos Julio, ocurrida varios segundos antes. Si el árbitro la había visto, ¿por qué dejó seguir la jugada? ¿Desde cuándo la ley de la ventaja beneficia al infractor? El otro vicegol llegaría en el minuto 87, cuando el siempre peligroso Marcos Andrés no llegó por centímetros a empujar a un metro de la portería un centro de Franquesa. Y había arrancado en fuera de juego. Si el brasileño hubiera conectado el balón ¿lo habría anulado el VAR?

E Mareona bajo la lluvia. El partido de Anduva fue intenso, disputado con una entregada nobleza por los dos equipos y con una lluvia tan intensa como persistente para darle al juego ese aire norteño que va siendo cada vez menos frecuente. Pero si hubiera que buscar un rasgo de carácter, se podría encontrar en la amplia representación de la Mareona, agrupada en el único graderío del estadio que no tiene visera protectora, por lo que los seguidores sportinguistas hubieron de recurrir a paraguas e impermeables para capear el temporal. Que a pesar de la marcha más bien calamitosa del Sporting su afición siga acompañándole en masa hace pensar en que tal señor merece mayor honor.

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