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El motor del cambio

La ilusión del martes y los retoques deben ser un punto de inflexión

La victoria del Oviedo Baloncesto en la cancha del Lleida, increíble y meritoria donde las haya, ha de significar un punto de inflexión en una temporada inusualmente agria para un club acostumbrado a la miel. Con la plantilla reestructurada, y a poco que se termine la pesadilla recurrente de las lesiones, el equipo debe remontar lo suficiente como para navegar en aguas tranquilas.

No es ningún drama no haber acertado de mano en la configuración del plantel. En el mundo del baloncesto pasa constantemente, incluso en entidades con un poderío económico envidiable, y en ocasiones (solo en ocasiones) no tiene nada que ver con la capacidad de los implicados en la planificación. Pero es que, además, el OCB tiene la gran suerte de vivir sin más presión que la que sus jugadores y sus entrenadores se quieran poner. Los directivos no tienen delirios de grandeza y la afición, no extraordinariamente numerosa y todavía joven, es una joya: anima sin descanso, se contenta con todo y machaca a los árbitros, con o sin razón. Lo dicho, una joya.

Otra cosa es que estemos acostumbrados, una temporada tras otra, a ver al equipo en los puestos de honor de la segunda categoría del baloncesto español, y nos resulte raro ojear la clasificación y ver el nombre Liberbank Oviedo Baloncesto en la cola. Pero tiempo hay para levantar el vuelo tras los retoques. Era imprescindible incorporar un segundo base como Sanz, prestaciones que no ofrecían ni Coggins (que nunca ha sido un director) ni Expósito, y Geks es desde luego mucho más jugador que Olafsson, se mire por donde se mire. Si fuera posible incorporar otro jugador interior polivalente, la plantilla es interesante.

La preciosa lección del martes en el pabellón Barris Nord es que los efectivos y la táctica tienen un peso importante, pero la fe y la ilusión también juegan, en ocasiones de forma decisiva. Y eso, que muchas veces se olvida, es el motor del deporte.

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