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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La esperanza empieza por J

Ante el hipotético final de la era Torrecilla en el club rojiblanco

Con José Alberto ya en la cola del paro, buena parte del sportinguismo mantiene su grado de frustración e indignación por cómo se está manejando el área deportiva, la que de verdad importa en un club de fútbol, en los últimos años. Y este cabreo se focaliza, fundamentalmente, en Torrecilla. Son muchos los que consideran que el siguiente en recoger sus cosas de la casina de cristal de Mareo debe ser el director deportivo. El "traficante de jugadores", como lo califica en estas páginas con coña marinera David, una de las voces más críticas de los veteranos del Sporting, parece que ya ha cumplido su ciclo en el Gijón. Salvo milagro que lleve al Sporting a lo más alto en lo que queda de Liga, parece más que demostrado que el salmantino no ha cumplido las expectativas que generó entre las huestes rojiblancas. Si se pusieran en fila los jugadores que ha firmado y desfirmado en dos años y medio en el cargo, la cola llegaría desde Mareo a Nuevo Gijón. Y si solo se mirara hacia los entrenadores que han pasado por el banquillo, la era MT solo podría calificarse de rotundo fracaso.

Aunque, en descargo del todavía director deportivo, esta temporada se ha limitado prácticamente a ir a la caza de los objetivos marcados por el láser del presidente. Y hay que decirlo: en el verano a casi todo el mundo le gustaba el color que estaba tomando el proyecto después de dos años de asistir a la desnaturalización del Sporting. Pero, tras un fracaso más -El Molinón puso y El Molinón despidió a JA-, parece que ha llegado el momento en que la misión de Torrecilla en Gijón sea cancelada.

Al margen de su cuestionable política de fichajes y desfichajes, siempre con el beneplácito de la propiedad, Torrecilla, por una cosa u otra, nunca acabó de conectar con el sportinguismo. No hay química, y esto ni se compra, ni se estudia, ni se entrena. Y eso que el salmantino se ha esforzado en mostrar sportinguismo en vena de todas las maneras posibles, ya sea con ese perro al que quería poner de nombre "Paisano" o con su relato de lo orgulloso que estaba de saber que su hijo, de "Erasmus", se paseaba por las calles de Italia con la zamarra del Sporting. Ahora está por ver si al final JF, gran valedor de Torrecilla, del que valora sus contactos a nivel nacional e internacional por encima del rendimiento de los fichajes, aguanta la presión y renueva al hombre de los cuatro entrenadores en dos temporadas y media.

De todas formas, algo se debe de oler Torrecilla para, aunque con la boca pequeña como los políticos, haber puesto su cargo a disposición del club. Por supuesto, lo esperado en estos casos: dimisión no aceptada y a seguir. Aunque ya cuentan que la confianza de la propiedad en el Excel de Torrecilla empieza a flojear. Es aquí donde emerge la figura de Joaquín. Al sportinguismo, huérfano de ídolos, no le queda otra que acudir a las glorias pasadas para no caer en la más profunda de las depresiones, visto lo visto. Los sueños húmedos de muchos pasan por que el gran capitán tenga voz y voto y no sea un jarrón chino colocado para dar lustre y esplendor a los habitantes de Mareo.

Con todo, Torrecilla no tiene culpa de la muerte de Manolete, ni es responsable del asesinato de JFK, ni es el que ha provocado el cambio climático. Al final, la suerte de cualquier equipo de fútbol es la suerte de sus futbolistas, y estos no están cumpliendo. Tanto es así que hay quien se huele que en los últimos días de JA los hubo que no arrimaron el hombro como deberían. Veremos lo que ocurre ahora con la llegada de Djukic al banquillo de El Molinón, quién se sube o se tira del barco y si el único responsable de la escasez de fútbol y resultados era únicamente JA. Aunque, pase lo que pase, la esperanza en el Sporting seguirá empezando por J.

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