La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La paradoja de ser español

La Supercopa de Rubiales: fuera del país, sin aficionados nacionales y por un canal de pago

Ser español estos días no deja de ser una paradoja, más allá de la pista central del circo de los hermanos Tonetti en la que los padres de la patria han convertido últimamente la Carrera de San Jerónimo. Paradoja porque anda el planeta fútbol hispano paralizado por el invento de la Supercopa: nuevo formato, nueva fecha y, ante todo, nueva ubicación. Un torneo en el que participan los que se supone que han sido los cuatro mejores equipos españoles de la pasada temporada, con dos trasatlánticos como el Barça y el Real Madrid, se ha convertido en un par de caras pachanguitas para disfrute de los hermanos musulmanes de Arabia Saudí.

Son las cosas del querer del presidente Rubiales, aficionado a pisar todos los charcos que se va encontrando por el camino como máximo responsable de la Federación. La justificación de míster "Katiuskas" de exportar la Supercopa pasa por eso de dar a conocer donde y como haga falta la marca España y ayudar -"pater noster, spiritus sancti"- a que el régimen saudí se vaya olvidando de las cimitarras, las lapidaciones, los velos y tal y tal. Rubiales, en tratar de justificar lo injustificable más allá del "ring, ring, caja", se lo ha creído y se ve como una especie de ayatolá de la democracia que en su delirio va camino de presentar su candidatura al Premio Nobel de la Paz por llevar el buen rollo a Arabia. Sí, la pelota hablará un solo idioma y no debería tener ni credo ni bandera, pero a estas alturas no cuela, señor Rubiales.

En lo que no ha pensado el presidente antes sindicalista, de palabra "hater" del fútbol moderno pero no de acción, es en los aficionados, socios y abonados de los cuatro equipos que participan en el torneo. En plena cuesta de enero hay pocas economías que se puedan permitir gastar unos 3.000 euros por barba para darse el capricho de ver a su equipo en directo. Solo 346 aficionados de los cuatro equipos se rascaron el bolsillo (250 del Barça, 50 del Atlético, 26 del Valencia y 20 del Madrid). Así que a culés, merengues, colchoneros y "ches" les ha tocado quedarse en casa a pasar frío, que el calor en las gradas ya lo darán los de "casa".

A la sufrida tropa futbolera ni siquiera le queda el consuelo de la televisión una vez que la Supercopa, antes en abierto y gratis por el canal de todos, haya caído en manos de las plataformas de pago. TVE renunció a entrar en la puja por eso de no querer participar en el blanqueamiento del régimen saudí y pasó lo que pasó: toca seguir un torneo "made in Spain" como si se tratara de la Copa del Emperador de Japón o la final de la Super Bowl. Así que para enterarse de lo que ocurre en la Supercopa del VAR -al margen del transistor a pilas- no queda otra que pasar por caja y abonarse a la plataforma de turno o bajar al bar de verdad a tomarse algo -aquí no hay restricciones con la graduación de las infusiones- para ver el torneo español "adoptado" durante tres temporadas por los árabes a cambio de 120 millones de euros.

Lejos queda ya aquello del "interés general" que salió de la ley Reguladora de las Emisiones y Retransmisiones de Competiciones y Acontecimientos Deportivos de julio de 1997 -la otrora famosa guerra Vía Digital versus Prisa- que obligaba a las operadoras a retransmitir algún que otro partido en abierto. Eran otros tiempos, lo que no se sabe es si mejores. Esto es asunto para historiadores y académicos.

Estos igual son capaces de aportar luz sobre la paradoja de que la Supercopa de España se juegue a seis horas de avión de, por ejemplo, Madrid, y que las únicas imágenes de las que se pueden disfrutar sean las de los resúmenes de los partidos en los que, por cierto, hay más interés en demostrar que hay mujeres en las gradas que en dar una buena repetición del gol olímpico de Kroos aunque sea pagando. Sin olvidar que Arabia Saudí es una de las mecas del pirateo televisivo, sobre todo del fútbol de pago, donde se hackea la señal de las principales ligas europeas, entre ellas la española. Pero como esto cae del lado de Tebas, a Rubiales poco le preocupa. Otra paradoja. Aunque mientras el dinero fluya unos contentos y otros en fundido en negro... televisivo.

Compartir el artículo

stats