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Eloy Méndez

Sin maestros de ceremonia

El bajo rendimiento de Carmona y Javi Fuego lastra al equipo

Visto lo visto y oído lo oído, cabe preguntarse si Miroslav Djukic era conocedor de lo que se le venía encima cuando firmó el contrato de sustitución de José Alberto, aquel entrenador que empezó proclamado por el pueblo a voz en grito y acabó con Torrecilla como su único valedor (en público). Tanto en sus declaraciones como en sus decisiones técnicas, el serbio ha evidenciado que se ha llevado una sorpresa poco grata durante sus primeros compases, hasta el punto de que ha amenazado al personal con "morir con el filial" si no le queda otro remedio, tan sólo unos días después de que el B le infligiera al presunto primer equipo una humillante derrota en una pachanga medio seria en la parroquia de Leorio. Razones no le faltan para la desesperanza, a pesar de que ayer consiguiera su primer triunfo en el banquillo, que bien pudo ser un empate o hasta una derrota, porque en este plantel sin orden ni concierto cualquier resultado es posible haciendo lo mismo.

Los problemas no son nuevos, aunque no paran de agravarse a medida que avanza la temporada. Y el duelo frente al Elche fue paradigmático. Al Sporting no le salen las cosas, entre otros muchos factores, porque los jugadores que deberían ejercer de maestros de ceremonias, por edad y por calidad, están a años luz de lo que se les presupone. Es el caso de Carmona, que en su día llegó a dividir a las gentes rojiblancas entre fieles y detractores y que ahora cuenta con los dedos de una mano a los que le siguen aplaudiendo. Y también es el caso de Javi Fuego, que llegó como modelo a seguir para canteranos y foráneos, pero que está dejando una temporada para olvidar, sin rastro de su antigua autoridad en el campo (se desconoce si la conserva en el vestuario).

Al equipo le cuesta conducir el balón, generar ocasiones, jugar a lo más elemental. De vez en cuando aparece un Pedro Díaz que se convierte en el llanero solitario de la jornada, aunque sin ninguna garantía de continuidad. Y poco más. Así las cosas, al estadio más antiguo de España no le paran de crecer las calvas. Da igual que sea un martes de enero con bajada generalizada en los termómetros: 13.804 sufridores en la grada de El Molinón es una cifra inaceptable para cualquiera que le tenga un mínimo cariño a este club. Y la culpa de eso no es de los que se quedan en casa. Es de los que salen al terreno de juego.

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