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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La hora de las vendas y las tiritas

Lograr la permanencia, el nuevo cantar rojiblanco

Cruzado el ecuador del mes de enero ya ha comenzado el reparto de paquetes de auxilio compuesto principalmente de vendas y tiritas. Agotadas las excusas, análisis y explicaciones de qué le ocurre al Sporting de las ilusiones perdidas, toca empezar a ponerse apósitos por lo que pueda pasar: ya se sabe, la venda antes de la herida. Ahí están las declaraciones post fracaso en Soria de Mariño. El capitán lanza el mensaje a la espera de que alguien lo compre: toca pensar en la permanencia y dejar de mirar hacia arriba. Lo que viene a ser una versión del "esto es lo que hay, amigos" con la que Maceda pasó a la historia negra del sportinguismo en su última etapa como entrenador del Sporting. El cambio de discurso llega tres partidos después del inicio de la era Djukic, que aterrizó en Mareo agitando la banderita del "sí se puede", de que alcanzar el play-off era el objetivo. Pero la realidad es tozuda y salvo los optimistas crónicos -a estas alturas de la historia no quedarán muchos- nadie se lo cree. Y visto lo visto, el vestuario, tampoco.

Así que el Sporting del ADN de Mareo recuperado afronta unos meses que más vale que sean de bostezos y no acaben en lágrimas de culebrón venezolano. Aunque si es por los números y la imagen que el Sporting ha ido dejando en lo que va de Liga -24 partidos le contemplan- vayan haciendo acopio de pañuelos de papel. Ahora el cantar de los números va de goles encajados a balón parado: uno de cada tres. Pero lo que mete más miedo son los guarismos goleadores de los atacantes rojiblancos: cuatro dianas en los últimos diez partidos; siete encuentros de esa decena si ver puerta. Así no hay quien viva tranquilo y menos si la intención -ya olvidada- era hacerlo en lugares nobles. Las palabras de Mariño pueden enlazarse con el discurso que pronunció tras la victoria ante el Elche de la jornada anterior, cuando el meta se mostró sorprendido por el cabreo que arrastra la afición rojiblanca. Quizá de ahí que ahora hable de eludir cuanto antes los puestos de descenso en lo que parece, además de un baño de realidad, un aviso a navegantes sobre la necesidad de que jugar en El Molinón no se convierta en una tortura para los chavales. Y es que ya hay quien en el vestuario gijonés empieza a temerse lo que puede tronar El Molinón en los partidos como local si esto -que tiene toda la pinta- sigue siendo una temporada en la que el motor del Sporting va a tirones. De ahí lo de las vendas y las tiritas antes que la herida. Mientras, se sigue a la espera de señales de vida de la dirección deportiva, de los ansiados refuerzos invernales que casi nunca solucionan nada. A Djukic le queda tarea a pesar de los escasos brotes verdes que algunos ven por eso de tratar de pasar el rato de la mejor de las maneras, que no van a ser todo curas de sueño y pomada para las rozaduras por mucho que se esté demostrando que lo que hay no da para mucho más que para ir pensando en finiquitar otra temporada. Y que sea sin gloria, pero sobre todo sin pena. Esto es lo que hay, amigos, cuando el nivel de exigencia solo alcanza para vendas y tiritas.

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