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Hasta el peor Bryant era el mejor

Recuerdos de un partido de los Lakers en el Staples Center

De aquella mañana en el Staples Center me sorprendieron tres cosas. La primera, que el plan no era tanto el partido como pasar la mañana con la familia. Un Parque Principado en versión americana. La segunda, que la gente no se enchufaba hasta el último cuarto: en el tercer cuarto fui a comprar un perrito y nadie en la cola miraba a la pantalla, situada encima del puesto de comida rápida, que estaba retransmitiendo el choque. Y la tercera, el respeto reverencial de la gente hacia Kobe Bryant, el chico de Filadelfia que se hizo mito en Los Ángeles. Y eso que aquella fue la ocasión, marzo de 2012, que más a prueba se puso la admiración hacia el ídolo. Bryant llegó al último cuarto con cero puntos en su casillero y un llamativo 0 de 15 en tiros de campo. Cada error en el lanzamiento iba seguido de un murmullo de lamento, de apenas unos míseros decibelios. Más síntoma de incredulidad que de enfado. Ni un par de "airballs" levantaron una sola voz crítica. Era Bryant. Nadie dudaba de él. Por eso, cuando resolvió el partido clavando un triple en la cara de Jarrett Jack (aplicado defensor) todos lo vieron como parte de la rutina. El héroe solo se había tomado un descanso de tres cuartos.

Con Kobe Bryant, fallecido el domingo en un accidente de helicóptero junto a su hija mayor Gianna Maria-Onore (Gigi), se va un portento del basket, un ídolo de Los Ángeles y un campeón forjado tras horas de entrenamiento. Porque no todo es talento. De Bryant sus compañeros han destacado las horas de entrenamiento (Phil Jackson le sorprendió una vez durmiendo en su coche porque había acabado tarde su sesión de tiros), su afán por imitar los movimientos de Jordan y su capacidad competitiva: dicen que nunca perdió un uno contra uno.

Y está, por supuesto, su carácter. El Bryant que va más allá de los números y que se escapa de una sala de trofeos. Una conducta intachable en la cancha. Ninguna mala cara en una época en la que todo es mirado con lupa. Bryant fue sorteando críticos (su carrera tardó en separarse del halo de jugador sobrevalorado por la alargada sombra de O'Neal) con la misma facilidad que defensas rivales.

Hace poco contaba en una entrevista una anécdota en la que mostraba su entrega incondicional hacia su hija Gigi. Decía Kobe que la gente por la calle solía pararle para animarle a tener un hijo varón. "Así podrás continuar tu legado", le insistían. Entonces intervenía su hija: "Eh, tranquilos. De eso me encargo yo". El legado de Bryant, sin embargo, es inmortal. Su recuerdo, imborrable. Hasta el día en el que se planta en el último cuarto con un 0 de 15.

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