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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

Una hoja de ruta conocida

La vida rojiblanca transita hacia un escenario muy familiar

El Sporting de esta temporada, salvo milagro (muy milagro, casi de Raticulín) de última hora, se dirige hacia un escenario muy familiar. Rediseñada la hoja de ruta a golpe de realidad, ésta pasa ahora por salvar la categoría cuanto antes y hacer balance de los daños a finales de mayo. A estas alturas queda claro que la familia rojiblanca puede aspirar a poco más que a pasar lo que le resta de Liga entre bostezo y bostezo y cruzar los dedos para que la temporada no acabe en pesadilla. Es lo que ocurre cuando se va al tran tran y se repite una y otra vez un guión que hastía de lo conocido que es. El problema es que esta vez el precipicio está más cerca que nunca y los compañeros en el paseo por el lado salvaje que conduce a la B van a vender cara su piel. Lo menos optimistas ven un serio peligro de dejar el fútbol profesional a final de temporada. Los amantes de los grises creen que hay equipo para no caer al abismo. Y los que tienen querencia por los sueños lúbricos -una ínfima minoría a estas alturas- siguen haciendo cuentas sobre las posibilidades de alcanzar el play-off. ¡Benditos sean los ilusos!

Quedándose con los del ni frío ni calor, y dando por bueno que al final el Sporting no se meterá en el fango, lo que vendrá después, la cacareada hoja de ruta, es de sobra conocida. En cuanto el panorama deportivo se aclare, los responsables de los servicios de inteligencia y contraespionaje de la casina de cristal empezarán a lanzar sus bombas de humo habituales. La principal que espera el sportinguismo es la de que se haga oficial el adiós de Miguel Torrecilla, con muy pocas ganas de hablar en la presentación de Murilo, un fuera de serie que pondrá a El Molinón en pie si se toma en serio el análisis del todavía director deportivo.

Luego llegará el proceso para buscar sustituto al salmantino. Esto a su vez conllevará la puesta en marcha de las quinielas sobre con qué entrenador llegará bajo el brazo el nuevo jefe de la parcela deportiva. Y después, ya se sabe, el goteo de entradas y salidas, de a quién se venderá para pagar el nuevo proyecto y bla, bla, bla. Todo ello, antes, durante y después, de la puesta en marcha de la campaña de abonados. A esas alturas muchos sportinguistas desencantados habrán vuelto a recuperar la fe. También ayudarán la llegada del verano, el calorcito y las fiestas de prao que, como la viagra, tienen efectos vigorizantes entre la parroquia sportinguista. Son fechas propicias para enamorarse y volver a creer, aunque sea en el Sporting.

Pero para llegar a este punto de la hoja de ruta queda la travesía que conduce a los míticos 50 puntos salvadores. Los tres próximos se disputan en El Molinón ante el Mirandés, uno de esos modestos que con mucho menos que el Sporting vive bastante más cómodamente. Cualquier cosa que no sea la victoria supondría un grave problema dado que los rojiblancos vienen demostrando su incapacidad para sumar fuera y añadiría legiones a la causa de los que ven al Sporting y a sus responsables jugando peligrosamente con el descenso a la B, una ruta desconocida hasta la fecha.

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