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Mangas y capirotes

Cañonazo a los corsarios del Golfo

Sobre la ejemplar sanción de la UEFA al Manchester City

En muy pocas semanas el fútbol de las Islas ha acusado dos duros impactos. El primero, ya comentado aquí, las consecuencias del Brexit, que irá desgranando múltiples inconvenientes y mermas muy sensibles para esa industria británica del espectáculo que se había colocado a la cabeza de Europa; y el segundo, la decisión de la UEFA de imponer una sanción histórica al Manchester City, al expulsarlo de Europa durante las dos próximas temporadas. El primer efecto deriva de la política y es ajeno a la competición, a su estructura y a sus reglamentos. El segundo representa un auténtico torpedo en la línea de flotación del City y de paso de la Premier, que ha vendido su alma a los jeques del Golfo y navega con esa bandera de conveniencia como sus históricos corsarios. A estas alturas, la sanción de la UEFA sorprende por inesperada tras las derivas consentidoras en que había entrado el organismo europeo y por los precedentes poco sanctos de sus anteriores rectores. Pero al fin, parece, la UEFA se ha revestido de decencia y dignidad y ha tomado esta decisión trascendente, un precedente histórico y un aviso para navegantes. Para que todos los clubes del Continente por muy poderosos que se sientan no caigan en manos piratas y se tienten la ropa al elaborar sus cuentas y balances.

Todo el problema deriva de la compra, en 2008, del Manchester City por parte del jeque de Abu Dhabi, Mansourbin Zayed Al Nahyan, viceprimer ministro de los Emiratos Árabes, y por la constitución subsiguiente de un club Estado en toda regla, que se enmascaraba en tres poderosos patrocinadores: Etihad Airlines, Aabar y el Ministerio de Turismo del emirato. Y desde ese entramado financiero, desde esa cueva publicitaria de Ali Babá, se iban inyectando en el club todos los petrodólares necesarios para cubrir contingencias, tapar agujeros o cualquier imprevisto que pudiera presentarse. Los gestores de este grifo de oro, del cuerno de la abundancia, se creyeron con patente del Golfo, inviolables e inmunes a cualquier sanción federativa, pero al final la UEFA les ha arrancado la kefiyya de la cabeza. El llamado "fairplay" financiero de las sociedades deportivas, tan ajeno y tan oscuro para los holligans, obliga a cuadrar presupuestos, justificar ingresos, declarar patrocinadores, limitar endeudamientos y adecuar los salarios de los jugadores a las partidas de cada temporada y, sobre todo, prohíbe nutrirse de dádivas políticas o de ingresos no imputables a la propia dinámica de la competición. Y ahí es donde le han dado al City.

Esta práctica ilegal de los clubes Estados ya venía siendo denunciada por los más agraviados del Continente: Bayern de Munich, Juventus, Liverpool y Manchester United; en España, por los equipos no constituidos en sociedades anónimas, y por la patronal de la Liga, que veía así a sus principales asociados incapaces de luchar contra esa dinámica fraudulenta. Además la pusieron en sonrojante evidencia los papeles del Football Leaks. Por eso ahora, la medida, insistimos, supone un trascendental precedente y un jaque en toda regla para esas fraudulentas superestructuras estatales y sitúa ya en el punto de mira a otros grandes clubes de la Europa futbolística, al Paris S.G., sobre todo, y a su presidente Al Khelaifi, a pesar de su representación e interesados oficios en la UEFA y la FIFA y en la organización del Mundial de Qatar.

Javier Tebas, portavoz contumaz de esta irregularidad, se ha congratulado: "Llega tarde la decisión pero bienvenida sea". Pero Guardiola, el obsequioso, no da aún la batalla por perdida: "Yo creo ciegamente en mis jefes. La UEFA sabrá rectificar." Los recursos ante el TAS no tienen pinta de prosperar. Las leyes y su aplicación se imponen, parece, a los petrodólares.

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