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Conjurar la realidad

A la franca mejoría del Sporting aún le queda mucho camino por recorrer

Cuenta el escritor Ricardo Menéndez Salmón que el detonante para que se decidiera finalmente a poner por escrito el libro que llevaba dos años perfilándose en su mente fue la siguiente anécdota: "Después de que Han Gan, artista de la dinastía Tang que vivió entre los años 706 y 783, pintara el retablo de un caballo de los establos imperiales, el animal empezó a cojear. Se descubrió entonces que Han Gan había olvidado pintar uno de esos cascos". Sostiene el autor gijonés que "como en la anécdota, deberíamos escribir libros que fueran capaces de conjurar la realidad". Como en la anécdota, quizá los partidos de Santander o el del Molinón contra el Cádiz no hicieron otra cosa que conjurar la realidad de un equipo que está en franca mejora y se está constituyendo como tal, pero al que aún le falta mucho para dejar de cojear. A Djukic, como al pintor chino, no le queda otra que seguir retocando su lienzo para que el Sporting pueda ir, por lo menos, al trote.

El partido de la primera vuelta del Sporting contra la Ponferradina fue uno de los peores disputados por el equipo rojiblanco y, sin embargo, los tres puntos se quedaron en el casillero gracias al golazo de Djuka y a los fallos de Yuri.

Quizá lo del sábado por la tarde no fue otra cosa que la justicia poética del fútbol cobrándose la deuda contraída contra el equipo berciano. Han pasado muchas cosas desde aquel encuentro, y la diferencia fundamental entre los dos partidos, puntos al margen, es que este Sporting es un equipo con carencias y defectos, pero un equipo al fin y al cabo, y eso, como el amanecer de Cuerda, no es poco, teniendo en cuenta de dónde venimos.

Una vez pintado el equipo, la tarea del entrenador tendrá que ser la de darle una identidad: terminar de pintarle los cascos. Decía el preparador rojiblanco durante esta semana que aún no se había hecho nada y que no quedaba más remedio que bajar a la mina. Pocas cosas se identifican más con esta región que la mina. Puede ser un buen principio. Cuenta la periodista y escritora asturiana Aitana Castaño en su libro "Los niños de humo" que "cuando los niños de las cuencas mineras salían de su pueblo no tenían que decir de dónde eran. Todo el mundo lo sabía. ¿Por qué? Su ropa olía a humo. A humo de las locomotoras, de las chimeneas, de los tubos de escape..." Este Sporting nuestro también ha bajado a la mina, pero aún le falta el olor a humo. Ese olor no se consigue de un día para otro y hay que ganárselo picando carbón durante más tiempo que dos partidos afortunados. Picar carbón hasta descubrir en la piedra la identidad que le permita volver a ser lo que un día fue, o ser algo más que lo que ha venido mostrando en estos últimos años de lenta agonía.

El buen primer tiempo de El Toralín y la lucha desordenada y un tanto caótica del segundo tiempo demuestran que la estructura está configurada, pese a que hayan aparecido de nuevo las carencias en las zonas decisivas. La dinamita de nuestros delanteros falla demasiado en el área rival, mientras que los escasos errores en defensa penalizan en exceso. Una defensa, por cierto, formada por cuatro laterales y en la que el único central específico y sano se quedó en el banquillo. El caso de Borja López comienza a convertirse en un misterio irresoluble.

Dice el escritor Xuan Bello una frase que podríamos aplicar a los seguidores de fútbol: "Así somos, no tenemos remedio: la expectación es el alma de la alegría y si somos capaces de imaginar una mañana de junio en medio de febrero, ¿cómo no nos va a latir el corazón apresurado cuando somos conscientes de que la vida se abre a nuevos conocimientos, a nuevas certezas?" Cómo entonces no íbamos a querer conjurar la realidad y soñar junios en marzo o cómo no podemos pensar que ahora que tenemos un equipo, éste no va a encontrar su identidad.

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