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Alberto Menéndez

Por emoción que no quede

Los jugadores del Oviedo fueron ganándose a la afición ayer ante el Tenerife a medida que transcurría el segundo tiempo. Y lo hicieron más por garra que por juego y, también, gracias al equipo canario, que durante demasiados minutos se dedicó, fundamentalmente, a perder el tiempo y a que no pasara nada sobre el césped en lugar de poner algo de su parte para intentar llevarse los tres puntos. Jugaron con fuego los discípulos del exsportinguista Rubén Baraja y acabaron quemándose.

Un primer tiempo del Oviedo de nuevo para olvidar, aunque en esta ocasión sí lograron los azules evitar jugadas de peligro por parte del equipo contrario. Y lo consiguieron no solo por sus aciertos en las tareas de contención, sino también porque el Tenerife ciertamente, a diferencia de, por ejemplo, el Alcorcón, no fue para nada ambicioso. El problema del Oviedo en el primer tiempo fue, una vez más, el de preocuparse en exceso de lo que hace el rival, es decir, de la pizarra, más que de su propio juego. Y así es muy difícil creer en tus posibilidades. Dejar pasar 45 minutos de forma conformista, sin apenas llegar a la portería contraria y, por lo tanto, sin crear oportunidades reales de gol, es una práctica a la que le tiene que encontrar solución Ziganda de forma inmediata. Solo tres acercamientos al marco de Ortolá en la primera parte es muy poco bagaje para un equipo que se juega la vida en cada encuentro. Es lógico, por lo tanto, que una parte de los seguidores carbayones despidieran con algunos pitos a sus jugadores al llegar el descanso.

No es que el fútbol del Oviedo mejorase mucho en la reanudación del partido, lo que cambió fue la actitud. Sobre todo, tras las dos primeras sustituciones realizadas por el nuevo técnico azul. No inventó nada Ziganda con respecto a su antecesor en el cargo. Lo que hizo fue ponerse en manos de, quizá, los dos jugadores con más gancho entre la afición en estos momentos: Borja Sánchez e Ibra. El primero revolucionó el partido ayer y el segundo, con su lucha incansable, participó activamente en la jugada que dio origen al penalti que acabó en el gol que dio los tres trascendentales puntos a los azules. Lo sucedido en los diez últimos minutos finales de ayer en el Oviedo-Tenerife es la salsa del fútbol. Ziganda vivió su primer partido como entrenador en el Carlos Tartiere al cien por cien, con la emotividad desbordada tanto en el banquillo como en la grada. Un buen comienzo sin duda para el técnico navarro en el complicado reto que tiene de devolver la tranquilidad a un club que pasa por momentos muy delicados, en puestos de descenso durante demasiadas jornadas en lo que va de temporada.

Por lo visto en los últimos partidos la plantilla ha mejorado con las nuevas incorporaciones invernales. Lunin ha dado muy buenas sensaciones en la portería, Luismi parece que es el centrocampista de peso que necesitaba el equipo y Rodrigo ya ha marcado dos goles. Pero el Oviedo debe recuperar a miembros de la plantilla de calidad contrastada, que no pueden jugar un papel secundario, caso de Borja Sánchez. Los azules necesitan un jugador de su calidad y de su imaginación, sobre todo cuando Saúl Berjón no tiene su día y desaparece del partido, como ocurrió ayer.

Lo que es el fútbol. Lo que va de un fuera de juego señalado por un linier a un penalti decretado finalmente por el VAR y ratificado por el árbitro, de un empate final desalentador para los seguidores oviedistas al esperanzador triunfo conseguido y la alegría de respirar tras dos derrotas consecutivas. Eso sí, todo se puede ir al garete de nuevo si el próximo fin de semana en Almendralejo vuelven a predominar las sensaciones negativas con otra derrota.

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