Ni hijos, ni primos. Tampoco jugadores con smoking. Y mucho menos "enchufados" o "desenchufados" por la dirección deportiva. Así cuenta Djukic cómo realiza sus descartes a la hora de elegir a los que no considera aptos para defender cada fin de semana el pabellón rojiblanco. El entrenador serbio del Sporting viene dejando en sus comparecencias prepartido miguitas de pan para seguirlas y entender hacia dónde se dirigen sus reflexiones. Las de ayer, algunas, en la previa del partido ante Las Palmas, tuvieron nombre y apellidos, como la que realizó sobre el trabajo que no le convence de Hernán Santana, uno de los tropecientos fichajes del director deportivo rojiblanco de cuyo futuro se esperan noticias un día de estos. Sobre el rendimiento de otros de los que han desaparecido de las alineaciones, caso de Nacho Méndez o Aitor García, se entiende que uno no cuenta porque con la calidad no basta y hay que correr más y el otro porque no vale tirar desde donde cuadre y quedarse a mirar. Sobre lo de jugar con cuatro laterales, nada de eso, que Cordero tiene tanto de jugador de banda como el coronavirus de peste bubónica.
Y en estas estamos ante la visita a El Molinón de Las Palmas de Mel. En Gran Canaria, a diferencia de en la casina de cristal -que cada vez se parece más a un centro de aislamiento, algo así como en el que vivía John Travolta en "El chico de la burbuja de plástico"- ya han dado boleto al anterior director deportivo y presentado al nuevo, que, por cierto, ya ha dicho que su hombre, salvo catástrofe, para el siguiente proyecto será Mel. Algo que no está nada claro en Gijón, donde a Djukic se le está poniendo cada día que pasa más cara de técnico puente entre un proyecto que agoniza y otro que tendrá que empezar de cero. Quizá de ahí lo de nada de hijos, nietos, primos y demás familia. Y mucho menos figurines en smoking, aunque vengan recomendados por el DD de futuro incierto.
