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De cabeza

Polinizar

Sangalli no necesitaba el golazo que marcó ante el Extremadura para ser el polinizador perfecto

Tal vez el fútbol ya esté agotado de que lo comparemos con multitud de cosas por el afán de comprenderlo mejor o con el simple objetivo de darnos lustre a base de imágenes más o menos brillantes. Soy consciente de ello y el primero que abusa de la posibilidad de una comparación, pero lo cierto es que comparar me ayuda a saber y, sobre todo, a relativizar la supuesta trascendencia que acarrea ganar, empatar o perder. Viendo al Oviedo jugar en Almendralejo con la defensa más adelantada (algo que empieza a ser costumbre con Ziganda) y el equipo mucho más junto, comencé a buscar una imagen que condensara la nueva situación.

El fútbol es un juego de equipo y como tal, conviene que los jugadores no se pierdan de vista, que se encuentren fácilmente, que no tengan que enviarse mensajes para saber cuál es la intención de un compañero. Se entrena para jugar de memoria y naturalizar mecanismos, decía Cruyff. El partido oficial debería ser una prolongación de lo anterior con la importante salvedad del contrario que tienes enfrente. El debate es viejo: imponer tu estilo o adaptarte al rival. Existe la posición intermedia, esa que no ve incompatible ambas posturas. Creo que hoy en día las posiciones más drásticas ceden terreno a planteamientos mixtos. El Oviedo sabe que si defiende bien tiene medio partido ganado (algo inédito en un equipo con demasiados agujeros) y aunque contra el Extremadura acabó encajando un gol, la mejoría en defensa es notable. Para no encajar goles es preferible evitar las circunstancias de una jugada antes que la jugada en sí y para ello hay que dar y quitar simultáneamente: igual que una abeja con el polen, quito del estambre para llevarlo al estigma y así sucesivamente: robo al rival para montar un ataque, robo al rival para montar un ataque... Un buen equipo es una colmena y la polinización es la garantía para que el juego perviva. En años recientes se ha diezmado el número de abejas con lo que la polinización corre serio peligro. Los expertos creen que la confluencia de factores como la pérdida de hábitat, plaguicidas, parasitismos y cambios climáticos está siendo fatal. En la acción de una abeja se concentra todo un ciclo vital de la misma manera que en la actuación de algún futbolista se concentra la vitalidad del juego. Sucedió con Sangalli el pasado sábado. Ni siquiera hubiese necesitado del golazo que marcó para destacarse como el polinizador perfecto: moviéndose por todas las zonas del campo, detectando de primeras dónde era necesario arrimar el hombro e intuyendo cuándo había que colaborar para llegar con más claridad a la portería contraria. Dice un amigo que Sangalli es esa clase de jugador que habría que clonar. Mi amigo se imagina al Oviedo como un enjambre de abejas pero en un equipo de fútbol también es posible y recomendable la biodiversidad: la presencia de un Luismi, por ejemplo, menos ligero que Sangalli pero con un ancla que leva o lanza según lo precise el juego.

Las jornadas van cayendo del almanaque. Esta semana toca estar fuera de la quema. Es posible que si se acierta con el mensaje, se acierte con las consecuencias. El lema "no hay tregua" se ajusta a la realidad. Es cuestión de ser fieles a él.

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