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Mangas y capirotes

Obligación, no generosidad

Sobre las rebajas salariales de los futbolistas en tiempos de crisis

Se ha parado la vida, le hemos visto las orejas al lobo y se nos ha esfumado el fútbol. De repente. Pero parecen no haberlo entendido así los futbolistas, la mayoría de los futbolistas, y sus representantes. Vamos para cuatro semanas de confinamiento, nos ha aplastado un cataclismo cuyas últimas consecuencias aún no hemos vislumbrado: doce mil muertos, un millón de parados en el último mes, 20 mil millones de euros por el desagüe cada semana, decenas de miles de empresas con la persiana cerrada, un retroceso del PIB que puede llegar a los dos dígitos a finales de año, y los futbolistas, la mayoría de los futbolistas, aún no se han enterado. Y es de vergüenza ajena que algunos de nuestros admirados héroes del balón, los niños de oro, estén dando un ejemplo tan poco edificante.

Primero fue el Barça team y el que los capitanea. Cuarenta días de bronca -una cuarentena- para llegar a un acuerdo con sus directivos, mejor dicho, para adornar de cesión y generosidad una decisión empresarial que no tenía vuelta de hoja. Eran lentejas. Y después, la acusación al club, a su presidente, de que se les había echado a los leones culés. Josep María Bartomeu, sin embargo, estaba decidido a templar gaitas y casi a darles la razón. Un malentendido. Alguien que dentro o fuera del club se había pronunciado sin tener la información suficiente. Impresentable.

Se refiere uno al Barça porque es de los equipos más representativos de nuestra Liga, el actual líder, y el que ha dado el cante. Sé que el resto ha aceptado las nuevas condiciones a regañadientes o adornándolas de negociación y consenso. Y significo y valoro que algunos futbolistas, individualmente, y distintas plantillas se hayan rascado el bolsillo -levemente- para contribuir con sus donaciones a aliviar algo este estado de necesidad. Pero mejor vestirlo de compromiso y obligación moral que de generosidad.

Quisiera, con todo, extraer dos consecuencias positivas de este funesto estado de cosas. La constatación de que no son los grandes trasatlánticos deportivos los mejor gestionados. Que son varios los clubes pequeños y medianos que han dado la talla con sus previsiones, reservas y presupuestos equilibrados. Y que no es más rico quien más dinero genera si vive al límite, al día, y tiene dificultades para cubrir su presupuesto ante indeseables contingencias. Ah, y que es admirable ese gesto personal de los futbolistas del Betis con sus seguidores, para saber de su estado y paliar sus necesidades. Ése sí que es un club. Más que un club.

Son tiempos duros también para la pelota. Hay demasiadas incógnitas sobre la actual temporada, sobre el calendario restante e incluso sobre su conclusión. Se dibujan escenarios que se modifican a los pocos días, protocolos de difícil cumplimiento, recelos cuando no rechazos del sindicato de jugadores... Nada se sabe de cómo puede terminar esto, de cómo evolucionará la imprevisible pandemia y de si la Liga en bloque pudiera acudir incluso a los desgraciados ERTE, como está apuntando ya el presidente Tebas. Habría que terminar el campeonato a base de esfuerzos e imaginación con la implicación necesaria, imprescindible, de los futbolistas. Lo contrario sería un mazazo tremendo, de consecuencias imprevisibles para el fútbol español.

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